A medida que transcurre el accionar gubernamental del presidente Gustavo Petro Urrego, se empieza a vislumbrar un panorama bastante sombrío e incierto sobre el futuro reformista que planteó en su inicio de su gobierno. Algunas reformas se han hundido en el Congreso de la República, porque su coalición de gobierno se empieza a desmoronar por la arrogancia, vanidad, estilo autoritario y amenazante y la falta de concertación con todos los actores de la opinión pública para buscar consensos para su aprobación. Desde el discurso ventijuliero que pronunció el pasado primero de mayo en el balcón del palacio de Nariño, empezó a generar un profundo rechazo en el ámbito legislativo. Inclusive la corrupción que ha impulsado a través de fomentar la mermelada y las dádivas a los congresistas para lograr su apoyo para su afán reformista no ha logrado aglutinar las mayorías en esta corporación.
Su intervención trascendió la esfera de los derechos laborales para tocar el tema del conjunto de las reformas que su gobierno pretende sacar adelante en esta primera etapa. Usando figuras retóricas impactantes y no menos desafiantes, el presidente habló, incluso, de una revolución en caso de que estas iniciativas no prosperen en el Congreso, además de acudir a expresiones peyorativas para descalificar a todas aquellas voces que han sido en mayor o menor grado críticas de su agenda reformista y sembrar prejuicios riesgosos en contra de sectores como el de los empresarios.
El mismo Banco de la República aseguró en la Comisión Séptima, que la reforma laboral en caso de ser aprobada, va a generar la perdida de 576 mil empleos y una afectación a toda la dinámica productiva del país. Esas manifestaciones de odio hacia el sector empresarial del país, como lo ha venido demostrando en sus peroratas expresadas en sus intervenciones y trinos, sabiendo de antemano que es el mayor generador de empleo en la economía colombiana, está provocando un panorama de rechazo desde el sector gremial, porque aumentaría los costos de producción en medio de la más profunda crisis social y económica en que se debaten las familias colombianas. Los cambios en los recargos nocturnos y los dominicales y en los contratos de trabajadores de las APPS como Rapi, que, junto con el cúmulo de proposiciones de los diferentes movimientos políticos, podrían crear demoras inclusive su hundimiento en las plenarias, cuando se empiecen a debatir todo el articulado.
Igualmente, el gremio de los comerciantes Fenalco, han repetido que se verán impactados sobre todo aquellos negocios que tienen que abrir en horas de la noche como los restaurantes, los bares, los alojamientos, el entretenimiento y las empresas de vigilancia y de seguridad privada. Precisamente, éste es uno de los puntos que más preocupación ha causado a los gremios económicos desde el inicio por los mayores sobrecostos que supondría para las empresas.
