El presidente francés Emanuel Macron y el primer ministro italiano Mario Draghi acaban de escribir a cuatro manos un sonado artículo para el Financial Times de Londres, sobre las características que deberán tener las normas que tutelen la política fiscal de la Unión Europea en los años venideros.
En la Unión Europea (de la misma manera que lo hicimos nosotros) la regla fiscal fue suspendida durante el tiempo de la pandemia. Ahora la discusión gira en torno a qué características y cuándo deberá reintroducirse una nueva directiva fiscal para el viejo continente.
Las normas suspendidas ordenaban que el déficit de los países no debería sobrepasar en ninguna circunstancia un 3% y que sus endeudamientos no habrían de traspasar el 60% de sus correspondientes PIB. Estos porcentajes ya venían incumpliéndose en repetidas ocasiones aún antes de que irrumpiera la pandemia.
La actual gran pregunta s bajo qué lineamientos deberá restablecerse la disciplina fiscal en Europa ahora que, siempre y cuando lo permita ómicron, se vislumbra en el horizonte la vuelta a la normalidad fiscal y monetaria. La discusión se presagia muy álgida. Hay países muy ortodoxos en estas materias, como Alemania, que quisieran ver un retorno rápido a estrictas normas fiscales. Otros, los países latinos principalmente, desean un regreso pausado y sin ataduras innecesaria a patrones de disciplina fiscal.
El artículo conjunto de Macron y Draghi busca dar una respuesta a tales interrogantes. En la actualidad el déficit fiscal pospandemia anda en la Unión Europea en 7,2% del PIB, cuando las normas anteriores preconizaban un máximo del 3%. Y el endeudamiento público alcanza un 97,3% del PIB cuando el máximo autorizado por las disposiciones anteriores -hoy suspendidas- era del 60%.
Según estos dos líderes europeos el retorno a la normalidad fiscal no puede hacerse con “base a subidas de impuestos ni mediante una política de austeridad inviable”. Las inversiones sociales no pueden resentirse con la política presupuestal. El programa denominado “next generation” que fue la audaz respuesta de la Unión Europea a los estragos de la pandemia, y que está en ejecución con el muy ambicioso monto de 750.000 millones de euros, no deberá estropearse con la introducción de las nuevas reglas fiscales.
O sea, Francia e Italia desean un retorno a la ortodoxia fiscal gradual, selectivo, y mucho menos brusco de lo que parece desear Alemania. Ese será el debate de los próximos meses en los centros de decisión europeos de Bruselas.
Una discusión similar se espera para Colombia, a partir del segundo semestre del 2022, cuando el nuevo gobierno tome posesión en agosto. La última reforma tributaria redefinió la arquitectura de la regla fiscal que habrá de regir en nuestro país luego de un periodo de transición. Ahora está definida en torno a la deuda y no del déficit como acontecía anteriormente, antes que se le suspendiera también. Según la nueva reglamentación la deuda pública deberá fluctuar en un corredor que tiene como piso (ancla) un 55% y un máximo (techo) del 72% del PIB, que será el límite infranqueable -salvo fuerza mayor- que deberá siempre respetarse.
La gran pregunta es entonces: ¿qué opinará el nuevo gobierno de esta nueva regla fiscal que le corresponderá aplicar? ¿La respetará o la repudiará?
El debate fiscal que se ha abierto en Europa no difiere mucho del que vamos a ver en Colombia en poco tiempo. Y que, en palabras menos técnicas, podemos resumir de la siguiente manera: ¿el nuevo gobierno se va a ir atajo del populismo y de la irresponsabilidad fiscal? ¿O va a mantener parámetros de prudencia y de sostenibilidad en sus cuentas presupuestales dentro de la nueva regla fiscal?
De la manera como se respondan estas preguntas va a depender el futuro económico del país.