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La renuncia de Vélez en Fedecafé: una oportunidad o más de lo mismo

Dic 20, 2022

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Por: Carlos Tobar

Si hay un negocio haciendo agua es el de la producción y exportación de café. En él, como dice el refrán popular: “no todo lo que brilla es oro”. La realidad es que mientras miles de familias campesinas productoras se empobrecen, unos pocos exportadores (incluyendo a la federación con sus ‘cooperativas’) y los grandes conglomerados mundiales se enriquecen.

Es un problema viejo. Se agudizó desde que en el mundo, producto de las políticas neoliberales, el gobierno de los EE.UU. decidió romper el Pacto Internacional del Café en 1989. Un acuerdo de carácter político que garantizaba un precio internacional de sustentación. Era una de las políticas de contención en la guerra fría de los gobiernos norteamericanos en “su lucha contra el comunismo”.

Con la liberalización del comercio de commodities (bienes tangibles sin valor añadido más allá de su proveniencia que se pueden comerciar, comprar o vender), conocidos también como materias primas, el envilecimiento de los precios ha sido la constante desde 1990.

El negocio del café se sustenta en el sacrificio indecible de millares de familias campesinas (en el caso de Colombia más de 500.000), una legión de pequeños y medianos productores que garantizan el funcionamiento de la ‘industria’, con la más oprobiosa pobreza.

Imagínenlos trabajando la familias de sol a sol sembrando, limpiando, abonando, cosechando sin los recursos suficientes, brincando matones con los costos siempre crecientes de todos los insumos incluyendo la mano de obra de la cosecha, sin la comercialización garantizada a buenos precios. Ese es el trabajo miserable que da vida al negocio del café.

Es tal la condición de abandono de los campesinos productores del grano que la mayoría tienen que venderlo ‘verde’. Es decir sin beneficiarlo: descascararlo, lavarlo, seleccionarlo, secarlo hasta alcanzar el nivel del tipo federación que garantiza el precio nominal de compra. Un trabajo que se supone debería realizar la Fedecafé, una institución de más de 80 años de fundada, que ha manejado recursos multimillonarios, para ver de lograr que sus afiliados al menos obtuvieran como recompensa a su trabajo duro el precio justo.

Así funciona el negocio. Mantenerlos en la indefensión para que los miles de agentes compradores de las multinacionales, los exportadores privados y las ‘cooperativas’ de la Fedecafé hagan su agosto, comprando a menosprecio.

La parte más vil de esta cadena es la manipulación de los precios internacionales sometidos a la vulgar especulación de las bolsas de valores. Institución manipulada por los tiburones de las finanzas mundiales: fondos de inversión de todas las especies que transan papeles donde se esfuman millones de toneladas de producto real que, por arte de birlibirloque pasan a ser propiedad de las Nestle o Procter and Gamble o… Al final, una libra de café que nos compran a US$1,62 hoy, genera ganancias por ¡80 o 90 dólares!

En esta triste historia ha contribuido, por omisión y acción, la “dirigencia” cafetera y los gobiernos de Colombia. ¿Habrá cambio?

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