Desde el pasado lunes, se está celebrando en muchos países del planeta la Semana Mundial del Agua. Es otra celebración internacional, pues ya contamos con el Día del Agua, que organiza en marzo de cada año la ONU.
La celebración que va del 23 al 27 de agosto tendrá por sede a Estocolmo, y estará focalizada en el vínculo estrecho que existe entre el agua y el fenómeno del cambio climático. Esta relación es clara, si apreciamos el último informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) publicado a principios de este mes, el cual concluye que por el cambio climático los fenómenos meteorológicos extremos incluyen la aparición simultánea de olas de calor y sequías en algunas regiones, junto con fuertes lluvias e inundaciones en otras. Es decir, falta o exceso de agua para satisfacer las necesidades humanas, y las de los ecosistemas, porque el agua también la necesitan el suelo, los animales y las plantas.
La frase tan usada de “Camina en el desierto y conocerás el valor del agua”, debería comprenderse en su contexto presente y futuro. En Colombia caen en promedio anual unos 3.000 milímetros de aguas lluvias, y aun cuando el promedio en Suramérica es de 1.600 milímetros y en el mundo de 900 milímetros, nuestro país tiene una alta conflictividad relacionada con el agua. No estamos incluso asesinando por agua. Tal cual.
Y esta conflictividad, es irónica, cuando está demostrado que tenemos un alto número de sistemas de acueducto captando cerca de 3 veces lo que realmente se necesita o consume. Esto principalmente por fallas en los sistemas de tratamiento y de distribución. Pero también por prácticas que deben ser sinceradas y eliminadas antes de que, en medio de la abundancia, tengamos verdaderas “guerras internas por agua”. Los sistemas sin control de subsidios, en muchos casos, alientan el desperdicio doméstico y conocemos de situaciones donde los habitantes de ciudades y poblados reclaman que se pongan límites a los consumos agrícolas y pecuarios tan necesarios para la seguridad alimentaria y el empleo.
Por otra parte, también se han identificado municipios y distritos captando más agua para sus acueductos de la concesionada por las autoridades ambientales. Y lo mismo hacen concesionarios del sector industrial, minero, agrícola, y pecuario. El problema del agua también pasa por el aumento de la demanda, a su vez creciente, cuanto creciente es la población y la producción. Las fuentes pueden producir las mismas cantidades, pero los consumos aumentan por encima de la sostenibilidad racional.
Debemos trabajar en conservar las fuentes, sin duda, pero también es hora de trabajar en las causas del aumento de las demandas del recurso hídrico. Y eso requiere alto valor institucional.