Por: José Eliceo Baicue
Hace unos años se informó que Colombia es uno de los países con más desigualdad en el mundo y el más desigual en Latinoamérica, lo que evidencia, una vez más, que no es suficiente generar crecimiento económico si éste no se distribuye adecuadamente en la población.
Pues, todos sabemos que la pobreza, la ignorancia, la injusticia, la corrupción y los conflictos violentos, son las grandes causas que generan los sufrimientos y penurias de la mayoría de las personas del mundo. Y no es para más, pues las cifras hablan por sí solas.
O sea que, se hace necesario implementar un mecanismo que permita que los recursos se transfieran de quienes los tienen a quienes realmente los necesitan.
También, es necesario que los gobiernos, el Estado, los gremios, la academia y las ONGs, se comprometan con las mayorías para que el desarrollo, la justicia y la paz lleguen a todos, y se puedan lograr sociedades más libres. Siempre al comienzo de un nuevo periodo de gobierno, la población espera ver mejorada su situación, su vida, su rol social. Pero, siempre los resultados son los mismos, e inclusive peores. De la misma manera, se requiere una recomposición de los valores, pero no sólo de la comunidad, que es hacia donde siempre se apunta, sino también hacia quienes tienen el poder y la riqueza.
Sabemos que se habla abiertamente de unos valores éticos que no se llevan a la vida diaria. Es decir, unos valores éticos que existen sólo en la teoría y sirven para el discurso de cajón.
Sabemos que es más importante ser que tener, pero la mayoría de la gente pasa su vida luchando por tener algo para poder subsistir, pues ni siquiera para vivir dignamente. Y estas mayorías que pueden ser parte de una sociedad altamente productiva, no pueden serlo porque emplean su tiempo buscando el sustento diario y, por supuesto, la oportunidad de participar en los procesos creativos es mínima o nula.
Es conveniente, entonces, que las mayorías tengan oportunidades y acceso a la adquisición y generación de conocimiento, a los avances de la ciencia y de la tecnología, pues es urgente generar desarrollo desde abajo y desde adentro, para erradicar la pobreza, lograr calidad de vida, crear riqueza y distribuirla equitativamente y alcanzar buenos niveles de inclusión social.
Es preciso tomar medidas que conduzcan a plasmar grandes ideas, por un lado; y a ser prácticos, por el otro. Lo primero para pensar en propuestas claras y viables, y lo segundo, para actuar de manera puntual y eficiente en la raíz de los problemas.
Hoy por hoy, más que políticas y leyes, se requieren acciones lógicas, decisiones claras que redunden en beneficios colectivos. Se requieren oportunidades de ingreso, no empleos transitorios; se necesitan ideas y acciones, no demagogia.