Iniciada La Cuaresma el miércoles pasado con la imposición de la ceniza, la Iglesia Católica nos invita a todos los bautizados a la conversión, que es un proceso de cambio y de lucha contra el maligno, que nos quiere alejar de los compromisos cristianos.
Es un tiempo fuerte con mensajes concretos, basados en la palabra de Dios y que nos pide hacer un alto en el camino que llevamos, para pensar en la buena noticia del Evangelio que es la muerte y resurrección del Señor.
Jesús es tentado por el diablo, a pesar de que esta frase nos confunda un poco en nuestra imaginación, pensando tal vez que el demonio tenga algún dominio sobre el Hijo del Hombre y el Hijo de Dios. Si fueron tentaciones externas o solamente sugestiones de la imaginación, incompatibles, desde luego, con la perfección moral de Cristo, lo que nos interesa es saber las razones que tuvo Jesús para permitir el ser sometido a esta lucha después de cuarenta días de ayuno y de oración.
La tentación fundamental que le insinúa el demonio es la de desistir de la misión confiada por el Padre y que incluía el bajar a Jerusalén a tomar la cruz y aceptarla con alegría.
Esa tentación fuerte que ya se la había insinuado Pedro en uno de los anuncios de la pasión cuando le dice Jesús: “Apártate de mí Satanás” tiene en el Evangelio de San Lucas una triple seducción del demonio en el desierto: “Dile a esta piedra que se convierta en pan”; “Si te arrodillas y me adoras, todos estos reinos serán tuyos”; “tírate de aquí porque está escrito que los ángeles cuidarán de ti”. Todo esto va precedido de la insinuación a la duda: “si de verdad eres el Hijo de Dios”.
Acababa de ser bautizado en el Jordán y allí se escucharon voces de lo alto en donde se le dijo: “Este es mi Hijo amado escuchadlo y el Espíritu Santo lo acompañó en forma de paloma”. El lenguaje de Lucas es concreto y expresivo: usa el poder que tienes, abusa de los milagros en tu favor, ya que les vas a dar de comer a mucha gente, no sufras hambre.
Renuncia a la misión de pobreza, cambia tu cruz por estos ídolos y arrodíllate y me adoras. Escoge un camino espectacular, te van a aplaudir pero antes tienes que doblar la rodilla ante mí.
Jesús vence todo mal personificado en el demonio. Para cada frase citada por el maligno tiene otra de la misma Escritura. Tanto Jesús como el diablo saben mucha Biblia y el demonio invoca el salmo 90, tan de moda en la piedad cristiana.
Tiene un significado especial, si Adán en el paraíso teniéndolo todo, Satanás lo engañó, siendo la creatura más amada por Dios cayó en esa tentación; Jesús en el desierto, sin tener nada vence los engaños del demonio, es decir que cambia el concepto siendo fiel al Padre.
La raíz de nuestra infidelidad es el cambiar al único Dios que debemos adorar por los falsos dioses del mundo con las mismas tentaciones que sufrió Jesús: la riqueza, el poder y el orgullo que siguen manejando la conciencia y los sentidos del hombre de hoy. Tenemos el síndrome de la eficacia y convertimos el medio en fin: nos fatigamos, nos agotamos para producir plata, nos quejamos de la pobreza muchas veces, aun habiendo hecho voto de guardarla. Hay que hacer plata a como dé lugar. Nos arrodillamos para obtener favores, aún a costa de la propia dignidad: cuántos lacayos a la sombra del trono no se atreven a decir la verdad para mantener el dominio y la intriga?; nos cuesta trabajo hacer en un templo una sola genuflexión y ante los poderosos vivimos de rodillas echándoles incienso como a dioses. Y el prestigio: aparentar santidad, para llamar la atención, buscar lo espectacular y los aplausos por encima de todo.
Imitemos a Jesús con el rechazo inmediato a la insinuación del mal y si estamos en desierto, sintamos la plenitud del Espíritu que sacó victorioso al Hijo de Dios.