Acabo de regresar de los Estados Unidos, donde recorrí varias ciudades del gigantesco Estado de Texas. Gracias a Dios tuve la oportunidad de reencontrarme con muchas personas que aprecio y hacía rato no veía. También dialogué con otros colombianos que residen allí. Me llamó la atención que a pesar de las comodidades en que viven, con lugares hermosos y emblemáticos para visitar, parques limpios y seguros, senderos para caminar y respirar aire puro, espectáculos a granel, acceso a todo tipo de elementos para hacer más cómoda la vida diaria, sin embargo, todas las personas, sin excepción, me manifestaron su deseo e ilusión de regresar algún día a su país para pasar su vejez. ¿Razones? Dicen ellos que la soledad de las personas mayores en los países desarrollados es tenaz. Los hijos crecen y se van del hogar y los padres quedan muy solos. Otro punto es la atención personal que pueden tener en Colombia en su vida cotidiana, donde una empleada doméstica vale 250 dólares mensuales, mientras en USA este mismo servicio cuesta 25 dólares la hora. Igual ocurre con los gastos del hogar, como el mercado y los servicios públicos, cuya diferencia entre uno y otro país es abismal. Pero en lo que más énfasis hacen los colombianos residentes en las ciudades grandes, es en la soledad. Abrigan la ilusión que en su país puede ser diferente, más llevadera porque tienen a su familia y es posible establecer mayor cercanía con los seres queridos. Aunque el problema de la soledad es un fenómeno mundial hay sitios de mayor impacto. Países como el Reino Unido y Japón crearon en su gabinete un ministerio para combatir la soledad ante el aumento de los suicidios. Los sentimientos de aislamiento y ansiedad provocados por las medidas para controlar el covid-19 han agudizado el problema. Japón figura entre los países desarrollados con más suicidios y por eso creó el Ministerio de la Soledad el año pasado. En Inglaterra la alarma surgió antes, en 2018, cuando se diagnosticó que 75% de los ancianos vivían sin nadie que los acompañe y que 200 mil pasaban hasta un mes sin tener una conversación con un amigo o familiar. El balance de Japón en cuanto a disminución de suicidios con el nuevo ministerio ya empieza a justificar la medida.
