Por: José Eliseo Baicué Peña
Todos sabemos que las ambulancias cumplen una labor en la que el tiempo es fundamental, es clave, es decisivo. Pues llegar oportunamente al lugar donde ha ocurrido un accidente, transportar a un paciente en estado crítico, o prestar los primeros auxilios en el momento apropiado, puede determinar el hecho de salvar vidas.
Esto nadie lo discute. Hasta se puede señalar como una noble labor. Pero, lo que sí es discutible, intolerable, rechazable, repudiable, y paradójico, es que este trabajo, en la que el tiempo y la velocidad, parecen ser sus mejores aliados, contribuya a segar vidas, a atropellar, a llevarse lo que sea por delante.
Creo que todos hemos vivido momentos desesperantes al intentar dar paso a una ambulancia cuya sirena rompe intempestivamente la monotonía natural de las calles citadinas. Pareciera que sus conductores quisieran imitar a los protagonistas de la película Rápidos y Furiosos.
Entendemos que cuando la sirena de una ambulancia es activada, se debe a que se presenta una acción de emergencia, o mejor de urgencia, y que su mensaje es solicitar que la vía sea despejada para avanzar más rápidamente. Pero, no sabemos cuáles son los debidos protocolos para esos casos. ¿Cómo deben proceder los conductores, los motociclistas, los ciclistas, los peatones? ¿Cuál debe ser la reacción de la policía de tránsito, de los guardas, de los CAI móviles, etc.?
O¿Quién responde por los hechos que ocurran al paso de estos vehículos de ambulancia? ¿Cuáles son los derechos de los ciudadanos que están en la calle, y los del paciente que transporta o que apenas va a transportar la ambulancia que suena estridentemente? ¿Acaso tiene explicación la supuesta omisión de un pare, que en este caso generó una muerte, por la prisa de atender a una paciente? ¿Lo uno justifica lo otro? ¿Cabe aquí una ideología maquiavélica sustentada en que el fin justifica los medios? ¿Qué dice el gobierno, el Estado, la justicia, los planes de seguridad vial? Y ahora, ¿qué dice el nuevo Código de Policía?
Todos estos son interrogantes a los que se les debe encontrar respuesta. Respetemos el paso acelerado e intempestivo de las sirenas, máxime ahora que se han incrementado los accidentes y la inseguridad.
Claro, también que los señores conductores de estos vehículos y sus empresas sean más precavidos y sigan los protocolos para cumplir esa noble labor en cualquier hora del día o de la noche.
Que no olviden que las vías deben caber vehículos y peatones. Y, que existen señalizaciones, semáforos, cebras, senderos, y unas normas de tránsito que es preciso cumplir.
