Por: Paloma Valencia
Hamás ha perpetrado una de las más horripilantes escenas de violencia, odio y crueldad. El mundo ha podido verlos disfrutando la tortura, el asesinato y el terror. Y lo hicieron contra la comunidad de Israel, lo que es doblemente ofensivo; pues es un pueblo que ya había sufrido los horrores de holocausto. Todo ha sido terrible, brutal e inaceptable. Terrorismo con sevicia.
Cómo si aquello no fuera suficiente el presidente de Colombia Gustavo Petro ha buscado protagonismo en estos aterradores acontecimientos, y un protagonismo vergonzoso: justificar el terrorismo de Hamás. En más de 100 tuits en X se dedicó a atacar a Israel y de alguna manera intentó justificar la acción de Hamás.
Este comportamiento solo lo explica la perversión mental que tienen algunos colombianos que llevan años bajo la doctrina de qué hay causas estructurales que justifican la violencia, y que la “lucha armada” inspirada en ideales altruistas pueden dar lugar al terrorismo y la violencia.
Acostumbrado al debate nacional donde se ha mantenido con la idea de que la lucha armada es diferente a las otras violencias, que incluso no tiene que ser sancionada y si lo fuera, debe serlo levemente, imaginaría, el presidente Petro, que en el mundo alguna Nación aceptaría que a los terroristas habría que ofrecerles una mesa de diálogo, curules en el congreso o un programa de subsidios.
Solo quien ha empuñado las armas y ejercido violencia creyéndose amparado por el deseo de un mundo más justo es tan ciego para no ver que nadie en el mundo está dispuesto a avalar el terrorismo. Ante semejante tragedia vivida por Israel para todos los demás es claro que la violencia y el terrorismo no son útiles para algún propósito, nada los justifica.
Luego vino el Canciller a completar la escena burlándose de la institucionalidad; de los procesos, de los límites de la ley y la Constitución. Y cómo si Petro fuera un emperador cuyos caprichos deben ser atendidos, salió el canciller a exigirle excusas al embajador de Israel y a despedirlo.
En un país mal gobernado, donde el Presidente deja plantados a los ciudadanos que lo esperan por horas, donde los grupos ilegales siguen sus hazañas criminales, cuando estamos ad portas de unas elecciones; las más inseguras de los últimos tiempos, donde la economía arroja cifras preocupantes; nada de eso llama la atención del presidente. No la economía, ni la seguridad, ni los ciudadanos; Petro con binóculos quiere estar en lo que al mundo le parece importante. El presidente quiere estar en la colada, opinar codo a codo con las potencias. Se le olvida que fue elegido presidente de Colombia; no líder mundial. Debería por lo menos tratar de gobernar este adolorido país.
Lo del presidente además lo pone en las antípodas del liderazgo mundial. Petro acaba de lanzarse al selecto club de Maduro, los Castro y otros tiranos mundiales. Embriagado con el poder clamó por el respaldo de toda latinoamericana, y no ve -o no quiere ver- el poco respaldo que tiene aún en Colombia. Perdió el favor -si hubo alguna vez uno-, de las naciones desarrolladas. Lo de Petro fue un suicidio.
Al pueblo judío en Israel y en Colombia mi solidaridad, mi admiración y mi inquebrantable amistad. Hacemos votos por la paz y la convivencia en Medio Oriente. Y somos muchos los que lamentamos los episodios de antisemitismo que hemos visto explotar al lado de los misiles. Esa envidia salvaje que le duele a quienes no acaban de entender cómo un pueblo que ha soportado tanto, es capaz siempre de ponderar el pie, recuperar y superar aún a sus verdugos.