DIARIO DEL HUILA, INFORME
Por: Rolando Monje Gómez
“Antes trabajaba administrando un bar y me ocupaba de las labores de casa, con el confinamiento quedé sin trabajo y entré a la informalidad, vendiendo cosas por catálogo, sin seguridad social ni ingresos fijos, cuidando a los niños en casa; todo ha sido muy difícil”, señala María Esperanza Rodríguez, quien asegura que la pandemia desmejoró su calidad de vida.
Como ella, miles de mujeres en Colombia fueron despedidas o debieron abandonar sus trabajos para atender las demandas de cuidados en sus hogares, y no retomaron la búsqueda de empleo.
El Informe Especial ‘Covid-19 N⁰ 9: La autonomía económica de las mujeres en la recuperación sostenible y con igualdad’ asegura que la crisis generada por la pandemia impactó negativamente en la ocupación y en las condiciones laborales de las mujeres en América Latina y el Caribe, generando un retroceso de más de una década en los avances logrados en materia de participación laboral.
El cierre de fronteras, las restricciones a la movilidad, la caída del comercio internacional y la paralización de la actividad productiva interna han impactado en las trabajadoras y empresarias vinculadas a los sectores del comercio, turismo y manufactura.
Pero ¿qué hacer para cerrar la brecha? Es importante pensar en políticas públicas y mecanismos que les permitan a las familias disminuir esas cargas de cuidado de los menores, es decir, pensar en guarderías y colegios de jornada única más larga, en lo ideal subvencionadas o gratuitas por parte del Estado, que coincidan con los horarios laborales de los padres. Ante esto, también se podrían pensar tipos de trabajos más flexibles para poder conciliar la vida familiar con la laboral.
Para la docente Luz Dary Torres y quien ha sido liderado procesos con mujeres, “han sido las más afectadas porque vivimos en un país donde el trabajo de la mujer, en su mayoría, es un trabajo informal, son empleadas domésticas así tengan su dignidad laboral, salones de belleza, manicuristas, modistas, todo este trabajo ha sido muy golpeado al cerrar bares, restaurantes, salones de belleza, al haber cerrado tantos negocios lo que se le cerró fue la oportunidad a la mujer de trabajar y generar ingresos”.
“No es algo nuevo. Históricamente hemos sido las mujeres las que siempre resultamos más afectadas en los momentos de crisis. Somos más vulnerables, nuestra mano de obra no se valora debidamente y los sistemas de protección nos han dejado al vaivén de quienes en la mayoría de los casos tienen el poder de decidir”, señaló Flora Perdomo, representante huilense y quien ha liderado proyectos para beneficio de las mujeres.
Igual posición tiene la senadora Esperanza Andrade, quien ha sido abanderada de la cuota de género y la participación política con equidad, según ella “el Covid ha afectado más la vida de las mujeres que la de los hombres, salvo por el número de muertes. Los datos de empleo, de violencia contra las mujeres o de quiebra de negocios dirigidos por mujeres son solo algunas de las cifras que lo demuestran, y nos duelen”.
Reducir la brecha
Para expertos de la Universidad de los Andes, es importante buscar alternativas efectivas para reactivar el sector educativo y de cuidado infantil institucional, de tal manera que se reduzcan las necesidades de cuidado al interior del hogar. En el largo plazo, la política pública debe enfocarse en reducir la brecha de oportunidades que representa el sesgo cultural que asigna las labores de cuidado en el hogar a las mujeres.
Efectivamente el empleo femenino ha sido particularmente el más golpeado por la crisis económica causada por el coronavirus: En Colombia, las pérdidas alcanzaron 27,2% para las mujeres y 18% para los hombres en el segundo trimestre de 2020 comparado con el mismo trimestre de 2019.
En el más reciente reporte del Dane sobre empleo, el índice de desocupación de las mujeres fue del 23% frente al 16,5% de los hombres, siendo las mujeres entre los 25 y 54 años las que más ha afectado la falta de empleo.
“Durante esta pandemia las mujeres resultamos el lado débil de la cadena y por allí se rompe la posibilidad del empoderamiento que tanto reclamamos. Esta sigue siendo una sociedad desigual, inequitativa que les mantiene privilegios a los hombres para acceder al trabajo. Nuestro reto es insistir, persistir y resistir, además de luchar sin descanso para que más temprano que tarde podamos fortalecer esa cadena que nos permita enfrentar cualquier situación en igualdad de oportunidades”, señaló Perdomo.
Cecilia López en su más reciente columna de opinión expresa: “Se sabe que más de 40 % de los hogares del país tienen a una mujer como cabeza de hogar y que esto significa carencia de ingresos para atender a los miembros de esas familias. Pero esos datos no conmueven a nadie, no obstante ser esa crisis de empleo de la mujer una de las dolorosas secuelas de la pandemia. Salen primero las mujeres de los empleos porque nunca llegaron a ser indispensables y son las últimas que ven oportunidades de reinsertarse porque muchas de sus actividades no se consideran imprescindibles: las tristemente célebres Pink Industries como las peluquerías, pequeños comercios, jardines infantiles”.
Torres por su parte considera que “uno podría decir que las mujeres que han tenido un empleo son las asalariadas, pero a muchas las sacaron de sus trabajos, a otras las tuvieron trabajando desde la casa con recortes de su salario, las mujeres han sido más golpeadas, más recargadas. Eso no significa que la mujer haya estado desocupada, en el tiempo que la mujer tuvo más trabajo tuvo menores ingresos, las mujeres hoy más que nunca han estado ocupadas porque siempre se les ha reconocido como la cuidadora, la que cuida su hogar, sus hijos, su marido, las tareas escolares, las labores de la casa que no tienen descanso ni remuneración. Sin embargo, muchas tuvieron menos ingresos porque no contaban con un empleo remunerado, la situación de las mujeres ha sido mucho más dura, más que para los hombres”.
Esta caída del empleo, precisan, se explica principalmente por lo ocurrido en el segmento de mujeres que no son jefas de hogar y se encuentran en hogares con menores de edad, y se ve reflejada en una también desproporcionada salida de ellas de la fuerza laboral.
Andrade afirma que “son ellas quienes están asumiendo más horas de trabajo en oficios del hogar o han entrado a la inactividad por el cierre de negocios y se han tenido que dedicar a ese trabajo que no es remunerado, lo que está afectando la participación de las mujeres en el mercado laboral pago.
“¿Por qué? Porque la mayoría de las mujeres estaban empleadas en los sectores más afectados por los cierres, que son comercio y reparación de vehículos; administración pública, educación y salud; actividades artísticas y los hoteles y restaurantes”.
Los cambios con el Covid-19
En Colombia, de 2008 a 2019, la tasa global de participación (TGP) de las mujeres y de los hombres se incrementó. La participación de las mujeres aumentó 6,7 puntos porcentuales, al pasar de 46,4% a 53,1%; en los hombres, el cambio fue menor, de 71,1% a 73,9%, esto es, un incremento de 2,8 puntos porcentuales. El crecimiento más importante en la tasa femenina se presentó del entre 2008 y 2012. Posteriormente se ha estancado alrededor del nivel actual e, incluso, en algunos años la tasa ha sido ligeramente menor con respecto al año anterior (2013, 2016, 2018 y 2019), según información del Dane.
En cuanto a la brecha entre mujeres y hombres, en el periodo 2008 – 2019, esta se redujo casi 4 puntos porcentuales, al pasar de 24,7 puntos a 20,8. A partir de 2013, la brecha ha fluctuado entre 20 y 21 puntos. Existen diferencias entre las cabeceras y los centros poblados y rural disperso, tanto en la evolución en el tiempo como en la situación actual. La participación de los hombres de 2008 a 2019 se incrementó en los dos ámbitos, ligeramente más en el ámbito rural (3,4 puntos) que en el urbano (2,6 puntos). Casi 3 de cada 10 mujeres colombianas de 15 años y más no cuentan con ingresos propios, a diferencia de 1 de cada 10 hombres.
A nivel departamental, la participación económica de las mujeres varía entre 62,7% en Bogotá y 31,1% en Chocó. Pero en general, según el Dane, donde las mujeres participan más, las brechas tienden a ser menores.
Los departamentos con las mayores tasas globales de participación femenina, además de Bogotá, son: Cundinamarca (60,0%), Valle del Cauca (58,7%), La Guajira (58,2%), Santander (58,1%) y Huila (48,5%).
En el otro extremo, varios departamentos tienen tasas menores a 45%: Boyacá y Cesar (44,6%), Magdalena (43,5%), Caldas (42,7%), Norte de Santander (42,6%), Caquetá (42,0%) y, muy alejado del resto, Chocó con apenas 31,1%, donde los hombres también tienen una tasa de participación menor a 60%.
El panorama según la CEPAL
El comercio, las industrias manufactureras, el turismo y el servicio doméstico, que generan trabajo especialmente femenino, fueron altamente impactados por la pandemia.
Los sectores en riesgo alto concentran alrededor de un 56,9% del empleo de las mujeres y un 40,6% del empleo de los hombres en América Latina.
En cuanto a acceso a la protección social, un bajo porcentaje de mujeres en estos sectores están afiliadas o cotizan a un sistema de seguridad social: un 35,8% en el sector del comercio, un 45,4% en el sector de las manufacturas, un 25,9% en el sector del turismo y un 24% en el sector de los hogares como empleadores.
En 2019, previo a la pandemia, alrededor de 13 millones de personas se dedicaban al trabajo doméstico remunerado (de los cuales el 91,5% eran mujeres).
En total, este sector empleaba a un 11,1% de las mujeres ocupadas en la región.
En el segundo trimestre de 2020 los niveles de ocupación en el trabajo doméstico remunerado cayeron -24,7% en Brasil; -46,3% en Chile; -44,4% en Colombia; -45,5% en Costa Rica; -33,2% en México; y -15,5% en Paraguay.
El sector turismo, donde 61,5% de los puestos de trabajo están ocupados por mujeres, sufrió una contracción importante, que afectó principalmente a los países del Caribe, donde una de cada 10 mujeres ocupadas se concentra en este sector.
Un 73,2% de las personas empleadas en el sector de la salud son mujeres, pero los ingresos laborales de las mujeres que trabajan en el ámbito de la salud son un 23,7% inferiores a los de los hombres del mismo sector.