Ernesto Cardoso Camacho
Es indiscutible que el pueblo colombiano votó el domingo 29 contra las maquinarias políticas, a quienes hizo responsables de la aberrante corrupción, de la indebida acumulación de privilegios y de los altos niveles de pobreza que se registran actualmente en el país. Castigó severamente a los partidos tradicionales y a quienes han sido sus voceros.
Al mismo tiempo, manifestó con contundencia el deseo latente de cambios institucionales que conduzcan a corregir las inequidades sociales; la falta de oportunidades; y a rescatar la dignidad y transparencia en el ejercicio de la actividad política.
De las opciones en juego, la única que acumulaba el apoyo de tales maquinarias era la de Fico Gutiérrez que apenas logró obtener cerca del 60% de la votación que estas maquinarias alcanzaron el pasado 13 de marzo, razón por la cual solamente sumo 5 millones de votos que no le permitieron obtener el tiquete para la segunda vuelta. Perdió dicha posibilidad con el tsunami electoral que produjo Rodolfo Hernández, candidato alternativo que centró su estrategia en el sentimiento popular de indignación y rechazo contra esa clase política enquistada en el poder.
Por su parte, Petro no logró su estrategia del “cambio en primera” y reflejó en las urnas el techo que anunciaban las encuestas, ganando el primer lugar, pero obligado a disputar la presidencia con evidente desventaja electoral frente al fenómeno político de Hernández. Para nadie es un secreto que los electores de Fico, en su gran mayoría, se sumarán a Rodolfo y buena parte, quizá un 50% de los votantes de Fajardo también lo harán, con lo cual las cifras del viejito podrían llegar a los 12.5 millones ganándole a Petro por un margen de entre 2 y 2.5 millones de votos. Con tales resultados consolidados el 29 es evidente que para Petro era mejor escenario enfrentarse con Fico que con Hernández.
En estas circunstancias, la conclusión es clara. Fico no logró desmarcarse de las maquinarias ni del gobierno Duque. De éste, quien además de su desgaste en la opinión, hizo todo lo necesario para apuntalar la campaña de Petro con sus reiterados errores, dos de los cuales fueron trascendentales. La modificación irresponsable y corrupta de la ley de garantías y su arrogante frase de que si estuviese compitiendo con seguridad lo reelegirían. Por otra parte, es necesario reconocer que al candidato le faltó fuerza en el discurso y mayor capacidad dialéctica para vender su propuesta de cambio institucional moderado pero inaplazable.
El panorama entonces nos coloca frente a las dos opciones de cambio. La de Petro que ofrece un cambio de fondo en el modelo económico y social que genera desconfianza por sus antecedentes personales y por su reconocida coincidencia con el discurso de Chávez y Maduro; el cual suena a cantos de sirena estimulando la lucha de clases para atornillarse en el poder. La de Rodolfo que siendo contundente con combatir la corrupción; genera cierta incertidumbre por su aparente falta de experiencia y el desconocimiento de su propuesta programática.
No obstante, su fórmula vicepresidencial, siendo desconocida; ofrece garantías de preparación académica y de confianza muy superiores a la de Petro, pues Francia Márquez ha dado muestras de resentimientos y amarguras que generan resistencias. La decisión se torna así compleja para algunos electores que quizá resuelvan no votar o hacerlo en blanco.
Es curioso o paradójico. Muchos afirman que el uribismo ha sido el gran derrotado. No obstante, el sentimiento uribista que acompañó a Fico, con certeza apoyará a Rodolfo por su antinomia con Petro y esos votos podrían tornarse decisivos. Ello explica que los fanáticos petristas que odian a Uribe, ahora señalen que Rodolfo es su plan B como estrategia para pretender derrotarlo. Las encuestas hasta ahora conocidas muestran que la tendencia clara es a favor del ingeniero.