El Rincón de Diana
Por: Diana Montes
En los últimos días, fue aprobada en la Cámara de Representantes la Reforma Laboral presentada por el gobierno Petro. No cabe duda de que se trata de un avance democrático en la garantización de los derechos laborales de los trabajadores asalariados del país. Algunas voces opositoras afirman que tales derechos representan un aumento en los costos laborales y que, en consecuencia, se va a generar desempleo. Cabe recordar que, en reformas laborales de gobiernos pasados que han significado recortes de derechos y disminución de los costos laborales, no se han traducido en un aumento en el nivel de empleo. La razón es sencilla: el nivel de empleo no tiene que ver tanto con los costos laborales, sino con la proporción entre equipos, maquinaria, materia prima y la cantidad de trabajadores que se necesitan para producir eficientemente. En últimas, depende del nivel de inversión por parte de los empresarios en lo que se conoce como “capital fijo”. Pero como han demostrado escándalos como los “Panamá Papers”, gran parte del empresariado colombiano ha preferido trasladar sus ganancias a paraísos fiscales en vez de invertirlas para impulsar el desarrollo económico nacional.
Sin embargo, aunque lo aprobado supondría un avance, el Congreso Nacional prefirió la aprobación de artículos superficiales como el permiso para llevar mascotas de apoyo emocional al trabajo, en vez de medidas tan importantes como el contrato agropecuario. Es necesario decir que, si el nivel general de pobreza extrema en el 2023 fue de 11,4%, la pobreza extrema en el campo colombiano asciende a 19,8%. Es decir que la pobreza en el campo se vive de forma mucho más acentuada. Por lo tanto, brindar garantías laborales a quienes trabajan por jornales en el campo, implicaría una mejora sustantiva en la calidad de vida de los campesinos que acuden al mercado laboral para complementar la producción familiar en sus parcelas. En este aspecto, la Cámara de Representantes le dio la espalda al país y a una de sus principales fuerzas motoras: las clases trabajadoras del campo.
Desde este espacio, deseo que el Senado de la República corrija este grave error.