Diario del Huila

Las ramas del poder público

Dic 16, 2023

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AMADEO GONZALEZ TRIVIÑO

Las formas de democracia que nos han enseñado, parten de una premisa, por una parte, el respeto al sufragio universal y por la otra, con lo que hemos denominado la autonomía de las esferas de la rama pública en las cuales se ha dividido la organización del Estado Social de Derecho que nos regenta desde la Constitución de 1991.

A decir verdad, que este tema del sufragio universal podría ser el primer eslabón para pregonar la vigencia de una verdadera democracia, nos deja mucho que desear, cuando la estructura política colombiana no permite más que la presencia de los partidos tradicionales o de aquellos grupos que en su momento alcancen el umbral y sean inscritos como tal en la organización nacional electoral.

No se descarta la presencia y participación de grupos significativos de ciudadanos que mediante la modalidad de las firmas, en determinado momento, haciendo inversiones suntuosas alcanzan a participar de los comicios electorales, pero la burla de los que suscriben dicho apoyo termina siendo un verdadero fiasco, teniendo en cuenta que el conteo de votos en últimas es ínfimo o no participen de dicha coyuntura electoral. Este aspecto parece bien interesante para un estudio del comportamiento ciudadano y del respeto por las ideas del otro y de los otros, en el momento de participar en dicha estrategia política.

Se suma a lo anterior, el esperpento de los avales y la forma como los partidos políticos que están debidamente inscritos como tales, hacen de este proceso un mercado persa, donde no hay identidad de principios, de reconocimiento por designar a quienes realmente puedan hacer parte significativamente de dichos movimientos y terminan postulándose toda clase de personas que no tienen la más mínima idea de su participación en política, que no representan a las comunidades y que a la postre son sus recursos económicos, las fuentes económicas, la base de su elección con lo que termina siendo parte del despilfarro de los recursos en tales procesos electorales.

Un país político donde el sufragio universal, antes que ser una fuente de ciudadanía y de participación plural en los procesos políticos, termina siendo una francachela para la debacle de una figura como la democracia, como una forma de participación comunitaria y de participación ciudadana hacia la construcción de sociedad, hoy en día debe ser analizada y revaluada a cada instante, para poder soñar con una verdadera transformación de las costumbres políticas en nuestro país, sin querer abordar el tema de la venta del voto o la forma como se negocia con las campañas y candidaturas hasta último momento cuando el ciudadano cumple con dicha función constitucional de elegir o de ser elegido.

Esta es la razón de ser para que quienes hoy en día ocupan los cargos de elección popular terminen siendo un hazmerreir dentro de la parafernalia de la vida pública y que el zafarrancho al que nos han acostumbrado, termine siendo el resultado de los debates públicos y de las reformas políticas que no se ven o que parecen ser torpedeadas por intereses mezquinos, que enriquezcan o no a unos y prefieran a otros, antes que buscando el sentido social humano, ciudadano y de respeto por el otro, y que los debates tengan la altura de ciudadanos que se preocupan con seriedad y respeto, por hacer y construir un país diferente, con ejemplo y con moderación hacia la verdadera racionalización de las propuestas o proyectos que salgan adelante.

Si a lo anterior le sumamos que cada una de las ramas del poder público se apertrecha en sus estructuras y exigen y demandan respeto por su autonomía o por su forma de actuar y de proceder en el escenario público, es cuando terminamos por comprender que la supuesta democracia es un espantapájaros donde cada quien hace y deshace a su acomodo sin esperar reproches o recomendaciones o sin aceptar las ideas del otro o de los otros, como instituciones de igual rango o de igual jerarquía.

Es hora de pensar que las ramas del poder público, deben tener presencia en un todo, como parte de una institucionalidad coordinada, estructurada sobre los principios básicos de identidad, defensa de la democracia y sobre todo de los ciudadanos y se deben buscar mecanismos de control y de eficiencia en dicho control, para poder construir un modelo de desarrollo social, político y humano que confluyan en un todo hacia ese propósito y con el fin de elaborar y diseñar estrategias de cooperación, de armonía y de unificación de lo que es y debe ser la política en todo su conjunto. Y qué es el Estado, sino una manifestación de ideas, principios e ideologías políticas en cada una de las ramas del poder público que la componen, así se diga que hay algunas que parecen divinas o que tienen poder sobre todas las cosas y terminan siendo voceros o gestores de partidos o movimientos políticos con intereses partidistas sin lugar a equívocos.

No podemos tener estructuras del poder público, donde cada institución que las conforma obre como rueda suelta defendiendo unas teorías que se opongan o sean diferentes de los proyectos y principios totales y uniformes de una Constitución Política, como la que se corresponde con el Estado Social de Derecho que representan.

Es prioritaria una reforma institucional que sea consonante con los fines esenciales del Estado, es urgente revisar los procesos sociales y jurídicos que se enmarquen en una política de Estado, donde todas las ramas del poder público sean uniformes en los fines del Estado mismo, lo cual no se ha visto, cuando las instituciones entre sí, actúan como ruedas sueltas defendiendo y urdiendo la defensa a ultranza de situaciones que ponen en riesgo la eficiencia y efectividad de la organización social, con fundamento precisamente en la autonomía de cada una de ellas.

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