La lengua es un sistema de representación cultural, un símbolo y un instrumento de poder, arbitrario y convencional.
DIARIO DEL HUILA, CULTURA
Por: Martha Cecilia Andrade Calderón
Ella nos estructura, refleja una determinada concepción del mundo, una forma de organizar el pensamiento, una manera de interpretar la realidad y en su uso, reproduce sesgos y formas encubiertas. Austin ya lo planteaba en 1962, que el uso de la lengua puede generar nuevas realidades. Mediante ciertos usos es posible entonces visibilizar, y a la vez ocultar otras realidades.
Frente a estos hechos irrefutables, ha surgido todo un movimiento social en el mundo que, abanderado por las justas causas sociales como la discriminación, desigualdades de género, exclusión y maltrato verbal, reivindican esta descomposición sociocultural a partir del lenguaje, en varios idiomas. Para saber cuándo o cómo se gestó esta lucha, habría que rastrear el feminismo de los años 70 cuando se analizaba que, si bien el lenguaje no tiene género, se lo damos con su uso o su mal uso, ello puede determinar fenómenos como una masculinidad tácita o androcentrismo, invisibilización o exclusión.
Fue al final del siglo XX que empezó a pisar fuerte la idea de desdoblar el español, como posible solución para evitar que el masculino genérico invisibilizara lo femenino; es decir, la norma gramatical era un problema excluyente. Hoy en la segunda década del XXI es un actuar omnipresente en todos los escenarios. Lo evidencia enhorabuena el 18 Festival de Cine en Neiva CINEXCUSA con esta pertinente temática.
Latinoamérica -en especial los jóvenes de chile y Argentina- se han dado a la tarea de la erradicación lingüística de todo tipo de violencia en contra de las mujeres y personas de las comunidades LGBTI+ o LGBTXQ+ y la lucha de conquista de derechos de grupos vulnerados para la construcción de una sociedad más justa, igualitaria e inclusiva para todas las personas, ¡nótese la presencia socio-política! Ellos iniciaron una lucha desde lo lingüístico contra normas gramaticales y morfológicas.
En efecto, frente a la imposición de la regencia en español de invisibilizar en la designación a las mujeres en los grupos de mayoría con el marcador masculino, fueron apareciendo los morfemas, “e”, y símbolos como la “x” y la “@”. Es por ello que en el presente siglo están dadas estas soluciones esporádicas y experimentales, creadas más bien con un sentido sociopolítico pero que no han enmendado estas brechas porque sigue habiendo feminicidios e invisibilidad de la mujer y los integrantes de la comunidad LGBTI+, siguen siendo excluidos.
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Lo cierto es que el idioma per se ni es violento, ni es excluyente, sino que somos los hablantes que al usarlo lo empoderamos de formas, sentidos y circunloquios que en ocasiones construyen y en otras, destruyen, invisibilizan, ofenden y hasta provocan muertes, diríamos nosotros. Las palabras no son las que discriminan, somos los usuarios de la lengua, sin lugar a duda que lo hacemos. De ahí esta reflexión provocadora para seguir el debate.
Si bien la academia, llámese en nuestro caso, Real Academia de la lengua Española defiende esta posición y la tradición de la norma, considera que debe haber márgenes, aunque también es consciente que el lenguaje evoluciona. Somos los hablantes que dictaminamos los cambios, empero, cada cinco o seis años se renueva la gramática y el Diccionario oficial de la Lengua española.
Lo cierto es que el lenguaje incluyente (o inclusivo) y no sexista es toda expresión verbal o escrita que evita discriminar y toma en consideración la diversidad social, por lo que se esfuerza en incluir a los grupos de la población que han sido socialmente excluidos y simbólicamente invisibilizados. Sí bien es cierto que debemos buscar que el uso de nuestro lenguaje sea más equitativo, justo y pertinente a nuevas realidades, consideramos que el uso de las partículas o morfemas no solucionan de fondo el problema. Al hablar de inclusión social habría que atender presencia de otros lenguajes como elbraille para ciegos, lenguaje para autistas y lenguaje de señas para sordomudos, entre otros.
Por esta razón consideramos que el sistema lingüístico del español ofrece posibilidades para que en muchos casos no haya discriminación sexual en su uso y fluya un discurso más igualitario. Existen múltiples recursos lingüísticos que no requieren de un desdoblamiento continuo como la única solución al sexismo en el lenguaje, como el de agregar “os/as/es” a las palabras; por el contrario, eludir esta discriminación implica buscar términos y conceptos neutros que “incluyan” todos los géneros. Para esto podemos usar herramientas lingüísticas que promuevan un uso del lenguaje inclusivo en el que ningún género tenga más importancia que el otro y, a partir de ello, genere equidad. Así los intercambios lingüísticos deben estar libre de sesgos de género, lenguaje sexista y discriminatorio. Expresiones como, “Calladita te vez mejor”, “ese trabajo es de hombres”, “no seas nena”, “que pague él, al fin que es hombre”, “vieja el último”, se pueden evitar.
En suma, podemos afirmar que el dilema del lenguaje inclusivo, incluyente o sexista no ea un problema lingüístico, consideramos que es más bien un problema pragmático, de uso. Si bien los del sur han dado ejemplo en la imposición de los vocablos, alumnes, todes, chiques, so pretexto, que defienden, la igualdad; y que su Academia de la lengua les dijo que “La militancia puede favorecer esos cambios, pero no los puede imponer”; y que España sigue dando el debate muy centrado en tratar de aclarar si es necesario utilizar el masculino y el femenino para ser más inclusivos o si el masculino, se mantendrá como neutro en pro de la economía del lenguaje y acorde a las normas morfológicas.
No obstante, se considera que el uso del lenguaje inclusivo se debe incorporar paulatinamente en la cotidianeidad, sin entrar en conflicto, por ahora, con el uso correcto de las normas gramaticales dadas por la RAE. Existen numerosas herramientas y prácticas lingüísticas que permiten apropiarse del lenguaje de manera justa e inclusiva y que pueden ponerse en práctica todos los días, hasta hacerlo una rutina o volverlo natural. Empezar a cambiar nuestra forma de hablar es el primer paso hacia una sociedad quizá más igualitaria. Los invitamos a hacer un esfuerzo consciente para detectar los modos machistas y exclusivos, veamos algunos ejemplos:
- Evitar expresiones discriminatorias. “la niña”, “la gorda”, “la cucha”. Así como los sobrenombres y apodos.
- No visibilizar el género cuando no lo exija la situación comunicativa. “El estudiantado de la USCO…
- Evadir expresiones que tengan connotaciones negativas o que perpetúen estereotipos de género, “el gay”, “el negro”, “la flaca”.
- Usar términos genéricos o colectivos que puedan sustituir las palabras que indican un sexo particular. La gerenta o el gerente…por directivos
- Utilizar imágenes de hombres, mujeres u otro sexo de manera equitativa y par en mensajes, publicidad, avisos.
- Usar el femenino para denotar una supuesta posesión de las mujeres, “La mujer de Pedro.”
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