Diana Sofía Giraldo
Con esta súplica concluye un urgente llamado a la iglesia universal, por parte del obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, exiliado en Miami por amenazas contra su vida. Angustiado por la cada vez más crítica persecución a la iglesia nicaragüense, el obispo carmelita escribió en su Twitter: «Condeno la cobarde y vil persecución de la dictadura de Nicaragua contra la Iglesia Católica. La Iglesia del mundo entero debe volver los ojos hacia mi país. Necesitamos la oración, la cercanía y la denuncia de toda la Iglesia».
¿Por qué este S.O.S. lanzado al mundo católico? Por la grave persecución que sufre la iglesia nicaragüense: el arresto domiciliario (secuestro), por parte del régimen de Ortega, del obispo Rolando Álvarez, junto a cinco sacerdotes, tres seminaristas y dos laicos, sumado al cierre masivo de medios de comunicación ¿Por qué se sienten abandonados? ¿Ha faltado solidaridad de la Iglesia?
Repasé las homilías de monseñor Silvio Báez y pude resolver una de las contradicciones que más me atormentaba como católica. No lograba entender cómo era que muchos jerarcas invocaban el hermoso atributo de Dios, como es la misericordia, para inducir a la víctima a perdonar sin ser reparada, a renunciar a la justicia y a acallar su voz, mientras el verdugo se pasea orondo y triunfante sobre la dignidad del ofendido; cómo desde muchos púlpitos se celebra, no sólo la absolución del victimario, sino la entronización de la ideología del vencedor, así la sociedad quede tendida.
Comentando la parábola del «Buen samaritano», decía monseñor Báez hace unos meses: «Una iglesia misericordiosa sabe cuál es su lugar: al lado del herido. Su actitud no es la de la indiferencia y el silencio sino la solidaridad activa y eficaz. Los hombres de la religión que pasaron, dieron media vuelta y siguieron… se volvieron cómplices de la banda de asaltantes que dejaron a este hombre medio muerto. La compasión y la misericordia no nacen de una opción ideológica. En Nicaragua el herido es todo el pueblo. Es un régimen de crueldad. Es un país secuestrado».
«La misericordia va más allá de curar al herido. Si hoy Jesús contara la parábola, nos pediría identificar a la banda de asaltantes que lo dejó tirado… Le pediría al samaritano que alzara la voz y denunciara lo sucedido. Esta es la Resistencia Misericordiosa.
Es necesario denunciar el sistema de crueldad que se ha impuesto en mi país, alzar la voz a nivel mundial, más allá de la hipocresía diplomática».
La misericordia aliada a la ideología como la rendición del bien, no es misericordia. Lo que está en juego en Nicaragua no es sólo la persecución religiosa y la libertad. Es una interpelación profunda a las jerarquías católicas y a los laicos sobre su relación con todos los que sufren, no sólo con algunos.
Desde aquí, Monseñor Báez, alzamos la voz para condenar la infame persecución a la iglesia en Nicaragua, y también para pedir a Dios que no sigamos pasando de largo ante su pueblo herido. Que podamos sentir el dolor del pueblo nicaragüense como propio, desde el corazón.
Como sentenció usted en su última homilía: «El profeta no calla, la última palabra no la tienen los tiranos».