Cada día que pasa, cada episodio de la cotidianidad colombiana, hoy se convierte en noticia y tendencia que se multiplica y se viraliza en un instante; ese vehículo hoy sin control como son las redes sociales, donde la desinformación, tergiversación, el manejo de noticias falsas, son el pan de cada día; pero también se convierten en caldo de cultivo de la intolerancia, la polarización o hasta en la forma grotesca y mentirosa de crear ambientes hostiles que en nada contribuyen a la armonización y unidad social en aspectos que a pesar de las marcadas diferencias religiosas, políticas, económicas e ideologías si nos deberían unir. Nuestro país, la familia y la paz.
Existe apreciación en que las leyes de nuestro país, se han quedado cortas, lapsas e inaplicables; aunque hay ley para todo, que difícil es su propia aplicación, dadas las circunstancias de orden administrativo, político, ético, procedimental, carente de confianza para muchos y de una cultura de poca denuncia, situación que fortalece en ocasiones a la intolerancia e incluso al proceder de la delincuencia que organizada o no, crece cada día.
Fueron otros los tiempos cuando el respeto al adulto mayor, a la dama, al maestro, al agente de policía, al vecino, a cualquier autoridad civil, policial, administrativa, religiosa y de familia era motivo de reconocimiento y respeto; hoy cuando esta sociedad actual ha perdido el respeto, los valores, la tolerancia y poco sabe o le importan lo que digan las leyes o normas, hacen de ello un ambiente hostil, difícil, en cada estadio u escenario de la sociedad colombiana. Son las estadísticas de agresión, abuso, hurto, daño en bien ajeno e incluso a lo público, violación a la propiedad privada, irrespeto a la autoridad, calumnia, injuria, agresión verbal, física, matoneo e incluso terrorismo mediático, e ideológico, generando altos niveles de impaciencia, intolerancia que saturan hoy a muchas comunidades, donde se toman ya atribuciones equivocadas de hacer justicia por su propia mano y con ello causando un mal mayor, empoderando algunos y victimizando a otros pero lo más delicado, dejando al estado bajo la delgada línea que bordea niveles de incertidumbre, miedo, venganza, desespero y una autonomía social que en ocasiones lo genera es vergüenza colectiva.
Da pena ver hoy en los noticieros nacionales, los altos niveles de intolerancia, la falta de respeto, donde la inaplicabilidad de la ley es una constante en nuestra sociedad; la farándula como noticia se convirtió en la idiotización de algunos segmentos de la sociedad, hay gente que vive más pendiente de la vida de sus ídolos de telenovela, que de su propia familia, ídolos de farándula no respetan ni su propia intimidad con el fin de generar noticia y vender una imagen que no siempre es la mejor; por eso la gente se pregunta ¿a dónde hemos llegado?. Las campañas políticas empiezan a sentir el rigor de la intolerancia, del daño físico, moral que atrofia el verdadero debate, la propuesta, la sana convivencia e incluso no permiten conocer de fondo las tesis, ni a sus propios candidatos, ya que para muchos, no vale la pena escuchar, proponer, discutir, debatir¸ lo que vale para esos, es la sátira, la grosería, el daño e incluso la no participación en el debate y ni siquiera el día de la elección; para esos nada vale o todo vale, pero no saben para donde van, ni realmente que es lo que quieren.
En ocasiones ese exceso de tolerancia que se convirtió en alcahuetería e hizo que hoy la aplicabilidad de la ley, el irrespeto a la autoridad, al otro, sea el que sea, hacen que crezcan escenarios donde vale más tirar una piedra que lanzar una propuesta, pitar y echar para adelante, que decir buenos días, aquellos que como en el futbol se la juegan sin calidad, sin talento, sin grandeza e ideología positiva y colectiva, donde importa más que pase el balón a si nunca pase el jugador, ese ser humano que es la razón de ser en cualquier escenario de la vida y que se la juega por llegar a la vida, hacer el partido de su vida, pensando que el espectáculo, la participación, el respeto, la tolerancia, al pensar distinto y el derecho a la vida, deberá ser una razón de todos. Por ello, no hay duda de que el camino sigue siendo la educación.