Tinta fresca
Durante estos días ya se sienten los aires de emoción que traen las justas de los juegos olímpicos. Estas competencias que llevan siglos de historia, han encendido, de territorio en territorio, de mano en mano, de generación en generación, una llama que simboliza la pasión por la perennidad y que trasmite a los nuevos competidores la promesa de que luego de celebrarse la ceremonia deportiva, otro lugar y otras gentes tendrán la oportunidad de vivir esa misma emoción que lleva siglos viendo la transformación de la humanidad.
Así como la llama olímpica es pasada con tanta consagración también los oficios, los saberes y las artes tienen su propia llama que es la sabiduría, el conocimiento. Es justamente ese compartir de saberes, esa transmisión de experiencias lo que hace que la humanidad perdure.
Justo cuando estamos por celebrar el Día Internacional del idioma español, este 23 de abril, en donde también se celebra el Día del Libro, el Día del Bibliotecario y el Día de la Literatura, causa atención el apreciar ¿dónde se encuentra la llama del oficio de la escritura?
Y es entonces, cuando preguntamos en manos de quién está esa llama literaria, dónde están esos escritores que hace veinte años iluminaron los escenarios huilenses con su palabra. Dónde están y qué están escribiendo maestros como Jonathán de la Sierra, Misael García, Marcelino Triana, Yesid Morales, escritores que con su palabra mostraron el mundo local de una manera distinta.
Pero, Además de preguntar por ellos y por otros que han sido grandes artistas, la inquietud está en cómo se está compartiendo su obra a las nuevas generaciones de lectores y que diálogo de saberes están estableciendo con las nuevas generaciones de escritores.
Yo, una poeta de 42 años, que hace parte de una generación intermedia de un grupo de no más de diez escritores dedicados a la literatura, me pregunto por qué hemos desaprovechado la posibilidad de dialogar y aprender de la mano de esos grandes maestros, no sólo sobre técnica literaria, sino también, sobre el abordaje reflexivo y crítico de la realidad.
Creo firmemente que los procesos de promoción de lectura y los ejercicios de escritura no solamente deben fortalecerse desde los concursos sino también desde el rescate de estos escritores que dieron un gran ejemplo en la literatura huilense. Que sean ellos los que entreguen esa llama literaria, que, como la llama Olímpica, garantice la prevalencia del ejercicio de la palabra, pero también la valoración frente a la sociedad.
Es hora, de que la publicación de un libro vuelva hacer un acto lleno de honor, de que una familia se sienta orgullosa de que uno de sus hijos escribe poesía y de que la educación recuerde que la oratoria, la dialéctica y la argumentación, como otrora, son la fuente para formar hombres al servicio de la sociedad, al servicio de las ideas, capaces de transformar su cotidianidad y hacer que la humanidad valga la pena.
ADENDA: La cultura, la literatura y la poesía también se ven gravemente afectadas con la Reforma Tributaria, o ¿dejaría usted de comer por comprarme un libro de poesía?