La tormenta de los avales ha concluido en lluvia de candidatos. Ya faltan apenas escasos 50 días para las elecciones de marzo y en las redes sociales se incrementa la intensidad de propaganda electoral, así como la contaminación visual de las ciudades y poblaciones con vallas, pasacalles, pancartas y afiches.
Luego vendrán las llamadas cuñas radiales con las cuales los partidos, movimientos y candidatos buscarán posicionar en la mente y los oídos de los ciudadanos la imagen, el logo, el número y la ubicación en las respectivas tarjetas electorales.
Se observa en el panorama una intensa batalla política por alcanzar las respectivas curules en senado y cámara para mantener o incrementar el poder político, el cual será determinante para definir los voceros de las coaliciones que disputarán, en primera vuelta, el tiquete presidencial para la elección definitiva en junio, así como la capacidad de influencia en la conformación del nuevo gobierno. Es decir, la nueva gobernabilidad o gobernanza como la llaman ahora y que recientemente la bautizaron como mermelada.
En este aspecto, es necesario precisar que allí radica uno de los vicios más profundos de la enfermedad que debilita nuestro sistema democrático. Los avales; la circunscripción nacional para el senado y el voto preferente de las listas abiertas; han convertido a la noble actividad política en una lamentable feria de intereses personales donde las ideologías, los programas y la seriedad de partidos, movimientos y candidatos; naufragan en los mezquinos intereses personales y en financiaciones de dudoso origen o producto de la corrupción administrativa en la adjudicación de licitaciones y contratos.
Sin duda la cura de tan nociva enfermedad no es otra que la democracia interna en cada partido o movimiento, donde se estructuren listas cerradas que permitan votar no por personas si no por las colectividades políticas que se sustenten en ideologías y programas; hecho que conduciría a premiar o castigar su desempeño en el legislativo o en la rama ejecutiva, con relación a la eficacia, honestidad y universalidad de sus realizaciones.
La circunscripción nacional de senado y el sistema de voto preferente, ha conducido a que se negocien apoyos electorales sustentados en mezquindades e intereses económicos que nada tienen que ver con las aspiraciones de progreso y bienestar en cada región o territorio. Con honrosas excepciones, en muchos casos se negocian enormes cifras económicas para comprar los votos que permitan elegir un representante, a cambio del apoyo electoral al respectivo candidato al senado. De esta condenable práctica estamos viendo numerosos casos que se evidencian en las vallas y toda la publicidad electoral.
Lo curioso o quizás aberrante, es que la gran mayoría de aspirantes pregonan su compromiso en combatir la corrupción, pero ninguno de ellos se compromete a impulsar las reformas estructurales que se requieren para cambiar este sistema político y electoral, el cual está diseñado precisamente para estimularla.
En conclusión, conviene insistir en que los huilenses debemos participar y elegir a quienes representen dignamente los auténticos intereses regionales y no a quienes por mezquinos intereses personales, o por el deseo de asegurar la financiación de su candidato a la Cámara, nos traen candidatos y candidatas que ni siquiera conocen el territorio y menos aún les preocupa la suerte de sus habitantes. A buenos entendedores pocas palabras.