En diciembre de 2022, a quien llamaremos *Sara viajó de Neiva a Bogotá, invitada por José Antonio Barba Riaño. Ese día, por fin, iba a conocer al hombre que la cautivó a través de Facebook y quien ya se había convertido en su pareja sentimental. Un like bastó para iniciar un camino al infierno. Exclusiva Diario del Huila.
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*Sara tiene 25 años de edad, como cualquier joven deseaba encontrar para su vida un buen hombre, amoroso, respetuoso y con quien compartir sus días. En una red social creyó haber encontrado todas esas cualidades de un hombre y decidió viajar a Bogotá a encontrarse con ese príncipe azul que conoció detrás de una pantalla.
La joven trabajaba en la Alcaldía de Neiva, y era estudiante de ingeniera de Alimentos. A finales del mes de noviembre decidió viajar al tan esperado encuentro, que terminó siendo un camino al infierno.
Sin desconfiar, buscaba un hombre bueno, juicioso, que tuviera metas, y eso fue lo que le gustó de aquel extraño. Sí, era un extraño. Un like fue suficiente para dar inicio a esta historia que, en cuestión de días, se convirtió en toda una tortura.
José Antonio Barba Riaño, de 34 años, por su parte, se vendía como un analista de nómina prometedor que trabajaba con un prestigioso banco desde hace 18 años. Antes de conocerse trataba a *Sara con delicadeza y la convenció de que pasaran las fiestas juntos. «Hasta ese momento ningún hombre me había tratado con tanto cariño. Él era muy tierno y durante el tiempo que hablamos siempre me pareció muy buena persona, tanto así que fui capaz de irme para allá a pasar fin de año con él».
Ilusionada con conocer a esa persona, no dudó en viajar a Bogotá porque además uno de sus sueños era conocer la ciudad y quizá radicarse allí para que su vida tomara otro rumbo. Viajó el 15 de diciembre. Ese día la recogió en la terminal y se fueron juntos hasta su lugar de residencia en el barrio Las Cruces, en la localidad de Santa Fe, en donde vivía, supuestamente, con su familia, pero en una casa que le permitía independencia.
La casa no era ni parecida a lo que el hombre habría mencionado en algún momento, sin embargo, esta inocente joven no le vio importancia a dicha situación.
Camino al infierno
Los primeros días, como suele ser todo, empezó demasiado normal, atenciones iban atenciones venían, palabras bonitas y el iniciar a conocer a alguien con el que ella siempre había soñado, se veía mucho más cerca de lo que un día imaginó.
Pero esto no duró mucho, un fin de semana se fueron a comprar algunas cosas para preparar la cena, y relata la joven con voz entre cortada que no tenía mucho conocimiento haciendo mercado y mucho menos cocinando, entonces fue ahí cuando aquel monstruo empezó a sacar las garras.
“Él se puso histérico, me decía que lo estaba humillando, que era una inútil, una imbécil. Al llegar a la casa me pegó en el rostro por primera vez», relató.
Lo inexplicable, es que para ese primer momento de agresión *Sara ya estaba literalmente dominada psicológicamente y no dimensionó en lo grave que podría terminar esta situación de no poner un alto en el camino.
Tratando de justificar la acción de este violento hombre, usaba gafas para camuflar las heridas de su rostro y no le reprochaba por lo sucedido, porque de algún modo pretendía creer que ella había tenido la culpa.
Para el día de navidad, no salieron a ningún lado porque según él era mejor que se quedaran en casa (…) allí cenaron, compartieron un par de horas y mientras le decía amor, también la cuestionaba e insultaba.
Era tanto el cinismo que incluso el mismo hombre en ocasiones le llegó a curar las heridas, hasta le compró medicamentos para el dolor, pero más se demoraba en hacer eso, que lastimarla nuevamente.
Al servicio del victimario
Esta joven opita de algún modo se encontraba sometida a voluntad y merced de este lobo vestido de oveja, bajo intimidaciones, tenía que prepararle el almuerzo, lavarle la ropa, alistarle el cepillo de dientes y levantarlo a la hora qué él le dijera. Incluso tenerle listo todo cuando llegara de trabajar y encontrara hasta la cena ya lista.
Además, manipuló sus redes sociales, su celular, la alejó de sus contactos y le dijo que ella solo volvería a ver a su familia en Neiva cuando fueran una pareja estable y que eso podía ocurrir pasados unos dos o tres años. «Todos los días le rogaba que me dejara de pegar, pero antes lo hacía con más fuerza usando un celular. Tuve mis labios destrozados, me mordía las piernas y los brazos y me lastimaba en el abdomen. Muchas veces tuve dificultades para respirar y dormía con la boca abierta».
El fin de la tortura
El domingo 18 de enero, *Sara, en lo que llama un momento de lucidez, planeó la forma de escapar. El monstruo le había dicho que quería ir a montar bicicleta con un amigo y le preguntó si estaba de acuerdo. «Era extraño. Me decía que no quería ir porque me veía enferma, pálida, que me quería cuidar. ¡Estaba así por todos sus golpes!».
Ella entendió como si se tratara de una señal divina, que tenía que seguirle la corriente a sus juegos mentales y le dijo que fuera tranquilo, que ella estaba bien. «Así que la noche anterior le alisté el uniforme y lo levanté a las 5:50 de la mañana».
Ese día la golpeó porque lo despertó cinco minutos tarde y, luego, otra vez se quedó dormido hasta las 6:10 de la mañana. Ese día le dijo que le iba a dar un puño por cada minuto que se había retrasado. «Fueron 25. Quedé irreconocible».
Apenas pudo salió de la casa, se sentía muy mal, veía borroso, incluso salió con lo que tenía puesto, lo único que la opita quería era escapar de las garras de ese asesino maltratador. A medio caminar dio algunos pasos, hasta que llegó a una iglesia cristiana a pedir ayuda, donde descaradamente se la negaron.
Más adelante, encontró un CAI de la Policía en donde sí le prestaron la ayuda que ella requería, de ahí la trasladaron a la URI, pero allí irónicamente no la atendieron porque era domingo.
Después de esto y al ver el estado en el que se encontraba la llevaron a una clínica en donde permaneció varios días hospitalizada, y tras su salida sí pudo recibir un dictamen de Medicina Legal y radicar su denuncia en Puente Aranda, en Bogotá.
Las heridas
La joven sufrió heridas en la cabeza, la cara, las piernas, los brazos y las costillas. Su primera incapacidad fue de 45 días. «Luego de todo esto, por fin pude regresar a Neiva. Fue como volver a nacer después de 18 días. Supe que cuando la mamá de él se enteró dijo: ‘No lo conozco’, no tuve hijos para que les hicieran esto a las mujeres'».
Al parecer, Barba ya tenía antecedentes de agresión. «Nadie merece ser torturado como lo hicieron conmigo. Fui completamente pisoteada. Muchos me juzgan, pero yo solo quería tener un hombre bueno a mi lado».
Por estos hechos, investigadores del CTI de la Fiscalía capturaron a Barba. Un fiscal de la Seccional Bogotá lo presentó ante un juez de control de garantías y le imputó el delito de tentativa de feminicidio. El hombre no aceptó el cargo y deberá cumplir medida de aseguramiento privativa de la libertad en centro carcelario. «Por favor, si alguien más ha sido su víctima, denuncie. Si sale de la cárcel, puede dañar a más mujeres», dijo *Sara.
¿Otra víctima?
Se trata de Nury Arévalo Giraldo, quien aseguró que fue agredida por parte de Barba Riaño en octubre del 2022. Es de destacar que el caso de la primera víctima ocurrió tan solo meses después, en diciembre de ese mismo año.
Conoció a José en octubre del año pasado mientras se encontraban saliendo desde el centro comercial Panamá, de la capital del país, para montar bicicleta. “Recuerdo mucho que llegando a Tunja me empezó a cortejar. Era muy hábil en eso. Me decía que por qué no salíamos a más rodadas, que yo le gustaba y así caí en sus garras y empezamos una especie de relación”, relató.
Arévalo detalló que desde el principio de la relación el hombre tuvo actitudes narcisistas. Así mismo, era celoso y posesivo con ella. Era tal su actitud violenta, que no le permitía hablar con otros ciclistas y vigilaba las conversaciones que llegaba a sostener con algunos colegas. A pesar de que le relación avanzó, el hombre, cuenta Nury, siempre negó que él tuviera una relación con ella, pues le molestaba que otras mujeres supieran.
Las agresiones psicológicas se convirtieron en físicas tiempo después. El hombre la ‘comenzó a coger como un saco de boxeo’. “Como yo estoy en tratamiento de ortodoncia mi rostro quedaba destrozado. Mi nariz y mis ojos fueron los más afectados”, relató al recordar, además, que en algún punto tuvo que tomar medidas para defenderse, como ir a visitarlo con un rodillo, en caso de que el hombre intentara agredirla.