María Clara Ospina
Es eminente la creación, por Gustavo Petro, de grupos de jóvenes, para ser más exactos 100.000 de ellos, que se llamarán “gestores de paz”, con un sueldo mensual de un millón de pesos, más todas las prestaciones sociales que exige la ley, que generarán, un costo cercano a los dos billones de pesos, dinero que saldrán de la nueva reforma tributaria que tendremos que pagar todos.
Este hecho tiene atónita a la ciudadanía y disgustadas a instituciones de la rama judicial como la Corte Suprema, la Fiscalía, la Procuraduría y a los jueces de la República. No se trata de premiar a los bachilleres y universitarios más calificados, ni a quienes se han destacado por su servicio social, voluntariado comunitario, o sus acciones en favor de la paz. Tampoco se trata de aquellos que durante la pandemia ayudaron a cuidar a los enfermos, a los ancianos solitarios, a trasportar a los incapacitados o a llevarles mercados y consuelo a sus casa a tantos necesitados. No, al contrario; se trata de premiar a aquellos que conformaron la llamada “primera línea” en las marchas de protesta que se desarrollaron en el país durante los últimos años, inclusive los años de angustia y desesperación que sufrimos durante el comienzo de la pandemia.
¿Cuál fue su propósito? Sin duda, desestabilizar y no dejar gobernar al presidente Iván Duque, tal como lo prometió Petro al comienzo del gobierno de su predecesor. Además, allanaron el camino para el establecimiento de un régimen comunista como el que, paso a paso y con gran astucia, está estableciendo Petro en Colombia.
Con razón Petro esta tan empeñado en sacarlos de la cárcel y premiarlos, ellos fueron artífices de su triunfo.
Sí, estimados lectores, los “angelitos de paz” que el presidente Petro pretende nombrar en esta Navidad son precisamente aquellos hombres y mujeres cubiertos con capuchones, para no poder ser identificados, que salieron, no a protestar de forma pacífica, sino a crear el caos en las ciudades, a destruir todo lo que pudieran, inclusive las estaciones y los buses de servicio público, a lanzar botellas llenas de gasolina encendida (cocteles molotov) contra policías y transeúntes, centros de atención policial y de salud, a gritar obscenidades e insultar y maltratar a la fuerza pública y a la ciudadanía indefensa.
Esa “primera línea” de malhechores que casi destruye a Cali, dejó su huella de odio y ruina por toda Colombia, a un costo económico y emocional enorme para la nación.
Esos “angelitos” futuros “gestores de paz”, más se parecen a la “guardia roja” de jóvenes comandados por la mujer de Mao Zedong, durante la Revolución Cultural China, que destruyeron gran parte de la herencia milenaria de esa nación, por considerarla legado de la “perversa” cultura antigua. Esos “angelitos chinos” humillaron, maltrataron y asesinaron a millones, inclusive, profesores, poetas, escritores, músicos, artistas y monjes. Dicha revolución dejó un saldo aproximado de 20 millones de muertos.
Nada peor que jóvenes exaltados y envenenados con odio, como los que conformaron la primera línea, la historia lo demuestra.
Petro impondrá a sus “angelitos” a punta de decretos, usurpando poderes de la rama judicial. Pronto tendremos en Colombia 100 mil jóvenes dispuestos a obedecer a Petro para mantener la ciudadanía a raya. Milicias comunistas tales como las cubanas y venezolanas. ¡Y de paz, nada!