Por: Hugo Fernando Cabrera Ochoa
Hay una vieja canción que seguramente muchos entonamos en épocas universitarias, en las que éramos impetuosos, discerníamos sobre la realidad y el futuro de nuestra nación, nos molestaban las injusticias sociales, queríamos salirnos del molde a donde el sistema nos quería incrustar a la fuerza y entonces cantábamos: “Para el pueblo lo que es del pueblo, porque el pueblo se lo ganó; para el pueblo lo que es del pueblo, para el pueblo liberación”.
Comienzo con esta reflexión porque muchos de los que hoy se quejan de las manifestaciones de jóvenes con espíritu combativo, se alegran por la caída de la reforma tributaria y la reforma a la salud; logro alcanzado por los jóvenes que se dieron la pela enfrentando fuertes presiones en diferentes partes del país, aguantando infiltrados de todos lados, quienes desde un comienzo han querido desdibujar la protesta (Derecho reconocido en el artículo 37 de la Constitución Política de Colombia).
Los hechos vandálicos que se presentaron durante lo corrido del pasado mes, son actos absolutamente reprochables, que no tienen justificación y que en lugar de construir a través de la protesta pacífica, ayudaron fue a restarle importancia a las verdaderas demandas de quienes con sensatez le decían al gobierno que no era el momento para presentar reformas de ningún tipo, pues hacerlo era prácticamente desafiar el poder popular en un instante de la historia en la que, lo que reina, es el desempleo, la pobreza, la muerte y la desesperación.
Ya el pueblo se expresó de las maneras que pudo, aportando una gran dosis de sacrificio por la pérdida de muchas vidas de jóvenes que se entregaron por una quimera; muchachos soñadores, vehementes como muchos de nosotros en la juventud, cuando creíamos que era posible un mejor país para todos. Que Dios reciba en su reino a todos los que entregaron su vida en estas confrontaciones y perdone a quienes, llevados por la insensatez, participaron de esas masacres.
Pero pienso que es hora de hacer un alto en el camino, de comenzar a confrontar al establecimiento ya no con piedra, sino con ideas, con propuestas aterrizadas, poniendo los pies sobre la tierra, demostrando madurez política, intelectual, social y humana, conquistando la admiración del pueblo a través de un discurso sólido en el que se presenten posibilidades de desarrollo para todos; sin sesgos ideológicos radicales, que tanto daño generan al país.
Este alto en el camino es urgente porque los efectos del paro están afectando más al pueblo que a cualquiera. Los precios de los productos básicos de la canasta familiar están por los montes, las familias ya no tienen con qué comprar lo más necesario y muchas de estas, están ya aguantando hambre y no son de estratos cinco o seis, ni son del gobierno y mucho menos pertenecen a la oligarquía, no señor, son mano pueblo, gente que como los que protestan, desean un mejor mañana.
Pero, además, los empresarios huilenses ya están pasando aceite y no son dueños de grandes conglomerados industriales, son gente hecha a pulso, trabajadora, que se han esforzado con gran sacrificio para generar empleo y desarrollo a la región, muchos de ellos ya han cerrado sus empresas y otros están tratando de negociar sus compromisos con entidades bancarias para poder continuar, ellos también son pueblo y le dan trabajo al pueblo.
Cierro con la siguiente frase de Evita Perón: “Los pueblos de la tierra no sólo deben elegir al hombre que los conduzca: deben saber cuidarlo de los enemigos que tienen en las antesalas de todos los gobiernos”. Inscribamos la cédula, votemos en las próximas elecciones y hagamos el cambio.