María Clara Ospina
En las últimas semanas el ataque en las redes sociales contra la prensa en general, y algunos periodistas en particular, ha sido encarnizado y, sin duda, difamatorio.
Todo periódico, revista, canal de televisión, emisora, periodista o columnista que se atreva a atacar a Gustavo Petro, mencionar alguno de los escándalos surgidos de su familia, sus colaboradores más inmediatos, o cualquier personaje de su gobierno, es tildado de mentiroso y otras infamias.
Los “furipetristas”, nombre acuñado por el periodista Yohir Akerman, han afilado sus cuchillos para degollar la honra del que se meta con Petro.
Las famosas ´bodegas´ — personas que reciben pago por desacreditar en sus cuentas virtuales a quien se atreva a investigar o criticar a quien les paga (en este caso, Petro y su equipo) — han invadido las redes sociales con sus insultos y difamaciones. Lo mismo ocurre con los falsos seguidores, o “bots”, fantasmas que marcan: gusta, o, no gusta, depende para lo que hayan sido comprados.
Desde la explosión de las redes y la influencia que estas ejercen en la vida cotidiana, ´bots´ y ´bodegas´ han sido utilizados por políticos y todo aquel que se quiera destacar. Pero el manipuleo y difamación practicados por los petristas desde la campaña presidencial hoy están disparados, y se han convertido en la más absurda destrucción y manipulación de la verdad jamás vista en el país.
El equipo investigativo de El Colombiano, el destacado diario antioqueño, confirmó: “En plena época electoral, entre el 13 y el 21 de agosto de 2023, en redes sociales se desató un ataque masivo a medios de comunicación para desacreditar las denuncias, investigaciones y control político que realizan los periodistas. Hashtags como: #CaracolMiente, #SemanaMiente, #ElCololombianoMiente, #RCNMiente y #ElTiempoMiente fueron tendencia durante casi una semana en Twitter o X e incluso llegó a Tik Tok, Instagram y VK, que es el Facebook ruso.”
Los analistas estiman, que de los aproximados tres millones de ataques recibidos contra opositores de Petro, muchos más de la mitad son de ´bots´ falsos o de las llamadas “barras bravas petristas”, que se originan fuera del país, en lugares muy lejanos de Colombia; pagadas para magnificar el momento divisorio promovido por Petro, a punta de groserías y mentiras.
Aparecen también “influenciadores”, personajes que adquieren fama rápidamente por la imagen que crean de sí mismos, su lenguaje, actitudes y opiniones extremas, que cautivan a un público joven, impresionable, poco o nada culto. Viven precisamente del odio que logran crear contra personas “públicas”, que se atrevan a enfrentar a quien paga por su trabajo sucio. Muchos los siguen, copian su imagen, gestos, ideas y lenguaje. Lo hacen porque sienten que así se crecen y pertenecen a grupos importantes.
Igual hacían en Alemania las Juventudes Hitlerianas cuando salían a destrozar las viviendas y negocios judíos, incitadas por uno de los mayores “influenciadores” que ha existido en la historia de la humanidad, Adolf Hitler, asesorado por su ministro de propaganda Joseph Goebbels, un genio en manipulación de masas.
¿Vamos los colombianos a dejarnos manipular como idiotas? ¡No creo! Es importante descubrir de dónde sale el dinero para pagar los millones de dólares que cuesta mover multitud de “barras bravas petristas” agrupadas en ´bodegas´ y pagar los ´bots´ indispensables para difamar a la prensa independiente antes de que Petro la destruya.