La Compañía de Jesús fue ilegalizada en Nicaragua el pasado 23 de agosto y sus propiedades fueron expropiadas por el dictador comunista Daniel Ortega y los tentáculos de su gobierno. Sobre los bienes muebles e inmuebles de los jesuitas, la medida oficial establece que: «corresponderá a la Procuraduría General de la República realizar el traspaso de estos a nombre del Estado de Nicaragua».
La revocatoria de la personería jurídica de la Compaña de Jesús ocurrió una semana después de que la Justicia nicaragüense, controlada por los esbirros de Ortega, congelara las cuentas bancarias e inmovilizara las propiedades de la Universidad Centroamericana (UCA), prestigioso centro de estudios del país, tras ser acusada de delitos, infundados, de terrorismo.
Recordemos que los jesuitas, cuyos 16.000 miembros a nivel mundial, entre los cuales figura el Papa Francisco, es la mayor orden religiosa de la Iglesia Católica. Cuenta con instituciones de educación y otros servicios sociales y misioneros, además de ejercer un destacado trabajo intelectual en todo el mundo.
La Compañía de Jesús fue fundada en 1534, por Ignacio de Loyola (San Ignacio) y fue aprobada por el papa Paolo III en 1540. Ellos se describen asi: «Somos pastores, maestros y capellanes. También somos médicos, abogados y astrónomos, entre otras muchas funciones en la Iglesia y la sociedad. En la variedad de nuestros ministerios, atendemos a la totalidad de la persona: cuerpo, mente y alma. Y especialmente en nuestros ministerios de educación, buscamos ´nutrir´ intelectualmente hombres y mujeres”.
Los jesuitas, al igual que los miembros de otras comunidades religiosas masculinas y femeninas, sufren una dura y criminal persecución en la Nicaragua de Ortega la que aumenta cada día. Algunos de sus miembros han sido asesinados, otros están en prisión y muchos de ellos han sido deportados y declarados apátridas por el dictador, siendo condenados a destierro vitalicio.
Ante tal atropello, ningún amante de la libertad de pensamiento debe callar. Por eso hoy dedico mi columna a respaldar a los jesuitas y sus obras en Nicaragua y el mundo, comenzando por su destacada labor en educación, sin dejar atrás las demás acciones humanitarias que desarrollan.
Quiero recordar que mi bisabuelo, el presidente Mariano Ospina Rodríguez, fue un declarado amigo de la Compañía de Jesús y apoyó su regreso a Colombia en 1842, defendiendo su presencia en la Nueva Granada hasta 1850 cuando fueron expulsados, una vez más, por sus ideas cristianas.
Luego de lo ocurrido en Nicaragua el Papa Francisco calificó, en una entrevista con el destacado medio informativo Infobae, de «dictadura grosera» al gobierno sandinista, presentándolo como: «un desequilibrio de la persona que dirige» al país centroamericano.
Las relaciones del Gobierno de Ortega y la Iglesia Católica viven dramáticos y lamentables momentos. Las relaciones diplomáticas entre el Vaticano y Nicaragua están suspendidas.
El teólogo español José Tojeira es hoy el portavoz de la Compañía de Jesús ante el gobierno de Ortega. Tojeira no es ajeno a lo que significa trabajar como jesuita en condiciones políticas extremas. Ya lo vivió en El Salvador donde presenció la masacre de seis jesuitas y dos mujeres en la Universidad Centroamericana (UCA), cuando ejercía como provincial de los jesuitas centroamericanos.
Muchos piensan que ya es hora de que el Papa Francisco tome una actitud más fuerte contra las violaciones de los derechos humanos en Nicaragua.