POR: JORGE ELISEO CABRERA CAICEDO
JULIO 1-2023
Con pocas excepciones (especialmente adultos mayores), los motociclistas que transitan por veredas, pueblos, ciudades y carreteras pareciera que no tienen ningún interés en proteger su propia vida y la ajena, al conducir sus vehículos en forma irresponsable y sin la más mínima precaución. Permanentemente observamos cómo no respetan los semáforos y las señales de tránsito, se lanzan a gran velocidad entre los automotores o pegados a los sardineles, lo cual dificulta a los conductores prevenir accidentes por la repentina aparición de las motos. Cuando los vehículos quedan en la primera línea frente al semáforo en rojo, en cuestión de segundos se ubican un buen número de motociclistas adelante y en los costados de los vehículos.
El alcalde de un pequeño municipio me decía que el problema más serio de su población era, sin lugar a dudas, el causado por los motociclistas: ninguno con el casco de protección, el tránsito a alta velocidad y la práctica de peligrosas piruetas, con grave riesgo para la población y para ellos mismos,
Hay que agregar además por el grave daño ambiental por la alta contaminación del aire, y la contaminación auditiva.
En alguna oportunidad observé en Taipei, la capital de la isla de Taiwán cómo había vías exclusivas para los motociclistas y sin que causaran el más mínimo ruido o perturbación, a pesar de la gran cantidad de motos que transitaban.
Se conocieron unas cifras del observatorio del Centro de Estudios e Investigaciones en seguridad vial que ubicó a los motociclistas como el grupo vial de mayor incidencia de accidentes en Cundinamarca, lo cual obligó a la secretaría de transporte y movilidad a implementar la campaña ¨Moteros por la vida¨. Entre enero y mayo de este año se registraron 386 motociclistas lesionados y 133 fallecidos, en solo Cundinamarca. Algunos accidentes causados también por la imprudencia de conductores de vehículos automotores.
Las autoridades nacionales y locales deberán tomar cuanto antes medidas sobre el particular, para bienestar y tranquilidad de los colombianos y para reducir el número de jóvenes donantes (involuntarios) para el trasplante de órganos.