Olga Lucía Díaz, pintora y escultora; la conocí en 1995 cuando su exposición de mármoles esculpidos, blancos y grises, extraídos de canteras de Palermo, llenaban el espacio cultural del Teatro Pigoanza de Neiva. La artista había quitado de cada piedra, aquello que le sobraba e hizo salir de tan fino corazón, una colección de torsos de mujer desnuda en tamaño natural que hacían juego con otra mole de la cual sacó el cuerpo de una mujer que entregaba unos pechos exuberantes, un abdomen marcado y un pubis que invitaba al erotismo, todo en la escultura que llamó Eva, la misma que sería instalada en el verde antejardín de Expormarmol, explotadora y comercializadora por excelencia, del mármol palermuno en la década de los 90. Esta colosal escultora huilense, sería junto a quien fue su maestro en la Universidad Surcolombiana, el también escultor de mármol Hernando Rivera, la única mujer de la región que se entregaba al exigente arte de esculpir tan preciosas rocas. En ella, el Huila tenía una excepcional promesa para destacar en el concierto nacional e internacional en este arte, patrimonio legado por los grandes como Leonardo y Miguel Ángel y Bernini. No obstante, el destino le jugó a Olga Lucía una dura afrenta en su salud, cuando padeció algunos traumas respiratorios asociados a tromboembolismo pulmonar, situación que, según los galenos, de seguir esculpiendo y sorbiendo el polvo degradado por sus cinceles, buriles y mototools, podría comprometer su propia vida.
Pero la exuberancia y talento de la artista, le valieron para dedicarse a la otra arista de su notable oficio: la pintura. Entonces de dejó venir con su carga de color y trazos de óleo sobre lienzo, pintando diversos matices de la naturaleza humana, destacando con especial lucimiento sus creaciones dedicadas al lenguaje femenino que habla desde ojos verdes o azules, cafés o negros, con los cuales suelta al mundo el reclamo por la discriminación de la mujer, su clamor por espacios en donde puedan cultivarse la creatividad, la habilidad, el talento femenino en diversos campos. Los ojos en los óleos de Olga Lucía, también cuentan historias sobre el valor de la madre naturaleza, dolida por los excesos del humano que a diario la menoscaban. El cuerpo de la mujer puesto en las dos dimensiones de la piel sobre el bastidor de Olga Lucía, suele celebrar el amor entre la pareja; incluso, si el espectador agudiza su visión, puede encontrar dentro de cada ojo de la imagen femenina, el cuerpo de un hombre desnudo o una fuente que mana fresca y vivificante agua.
La artista cuyas obras han sido expuestas en diferentes salas de arte en Colombia y el exterior, y ambientan espacios familiares, de oficinas e institucionales, alimenta su creatividad desde la fresca campiña de La Ulloa, lugar de su domicilio, entre flores, aves cantoras y quebradas que vitorean el amor entre la tierra y las nubes.