Por: Ernesto Cardoso Camacho
Podría pensarse que la expresión es exagerada. No obstante, por desgracia es la triste realidad que padecemos hoy en Colombia. En todos los sectores sociales, geográficos, poblacionales o de estrato social es evidente que, en las recurrentes conversaciones cotidianas callejeras, en las salas hogareñas y en los cafetines que abundan en pueblos y ciudades; el común denominador que se percibe cada día más intensamente, es la preocupante incertidumbre generada por los diversos actores de la política y el gobierno.
La demagogia populista que persiste desde la presidencia aupando la lucha de clases, hasta la indiferencia claudicante de partidos y congresistas; pasando por los desmanes de los bandidos de todas las pelambres que avasallan al ciudadano con la extorsión y el regreso de masacres, asesinatos selectivos, reclutamiento de menores y desplazamiento forzado; se han convertido en el pan de cada día mientras la fuerza pública, impotente y desmantelada vuelve a ser junto a la sociedad civil, la carne de cañón del conflicto armado.
Mientras tanto, la gran mayoría de los políticos en el congreso, con contadas y honrosas excepciones, recibiendo mermelada y dineros sucios provenientes de la pavorosa corrupción.
Por otra parte, la economía dando signos de permanente estancamiento afectando la inversión y el empleo con gran impacto en la canasta familiar.
El Estado, ausente e indolente derrochando los recursos públicos y buscando incrementar los impuestos, como único camino para satisfacer el voraz apetito de políticos y funcionarios corruptos.
Estamos en la tormenta perfecta que amenaza seriamente la precaria institucionalidad democrática. Pareciera entonces que la perversa estrategia de disolución y caos avanza incontenible, generando el escenario eficaz para decretar la conmoción interior que permita la dictadura autocrática que pretende instaurar el presidente Petro.
Dónde están los liderazgos? Se han dejado arrinconar por diversas estrategias de las cuales quizá la más demoledora es la del conocido “rabo de paja”? Lo que se esta desvelando pareciera confirmarlo.
Ni hablar de los partidos que los convirtieron en el mecanismo de atornillarse en las curules y posiciones de poder, en donde el juego de intereses personales mezquinos y nada éticos están por encima de los verdaderos y auténticos intereses nacionales.
La confrontación polarizante se agudiza y en ella vuelve a resurgir el liderazgo corajudo del expresidente Uribe, a quien con su juicio político le han querido sacar del escenario; conscientes sus detractores de que su patriotismo democrático genera enorme simpatía por sus claros antecedentes en el ejercicio de la seguridad democrática, la cohesión social y la confianza inversionista, pilares fundamentales de su ideario político.
Esta metástasis del cáncer de la irresponsable y pavorosa corrupción de los políticos esta destruyendo los valores democráticos e institucionales.
En estas circunstancias estamos obligados los colombianos que aún profesamos valores y principios asentados en la autoridad, el orden, las libertades, la democracia, el Estado Social de Derecho con su división de poderes; a no claudicar frente a los embates desesperados de una izquierda radical insensata y destructora de los cimientos con que hemos construido la nacionalidad republicana.