Post-columna
Jorge Echeverri
Cuando pequeño, siendo yo “muy cansón”, mis hermanas mayores repetían: “es que este niño está como de pellizco” y cuando me lograban agarrar me retorcían la piel a la altura del brazo y allí me dejaban la “mejorita”, en forma de moradito, muy merecido, por demás.
Por algo se me vino ese dicho “montañero” a la memoria ahora, cada que el señor Petro trina haciendo nombramientos para importantes cargos de su futuro gobierno. “De pellizco”, cuando nombró esas ministras de Agricultura, Cecilia Matilde López, que está inventando una “reforma agraria integral” (¡Jesús!); de Salud y Protección Social, Diana Carolina Corcho, que tiene la mira puesta es las EPS, a ver cómo las acaba de fracturar; de Cultura, Patricia Ariza, poetiza nadaísta, antigua militante de la Unión Patriótica; de Ambiente, Susana Muhamad, politóloga ambientalista, de la que escasamente conocemos su amor por el Acuerdo de Escazú…
Pero la lista sigue: de Canciller, Álvaro Leyva, de los pocos conservadores mamertos que van quedando y en línea descendente, en la Unidad de Restitución de Tierras, Giovanni Yule (más ordinario que un indígena llamado Giovanni), uno de los líderes durante el paro del año pasado, que dieron en llamar “estallido social” en el que lograron bloquear carreteras y los de primera línea destrozar ciudades y robarse lo que pudieron, pescando en río revuelto; de Comisionado de Paz, Camilo Rueda, famoso por hacer lobby en La Picota para captar simpatía de los más connotados criminales hacia la causa del Pacto; pero, el de “más pellizco” -el que más escozor ha levantado- ha sido, sin lugar a dudas, el connotado mamerto antiuribista Iván Velásquez como ministro de Defensa Nacional. So pretexto de depurar, acabar con la corrupción y rociar las FFMM con gotas de derechos humanos -todo ello suena muy bonito- vamos a ver qué sale, porque a veces resulta ser más peligroso el remedio que la enfermedad.
La bandera de la lucha contra la corrupción campeó en todas las campañas políticas, pero triunfó el que menos creíamos y el subcampeón, Rodolfo Hernández, cuyo único argumento esgrimido era “darle en la jeta a los corruptos”, va a tener que demostrar de qué está hecho, cuando se entere -y despierte- en su curul en el Senado (hasta cuando aguante las trasnochadas oyendo discursos, debates y zafarranchos interminables entre el PH y el CD) que esa tal corrupción, que el presidente Turbay prometió “reducir a sus justas proporciones” y de la que los abanderados del Fenómeno Nule -contratistas y filósofos contemporáneos- dijeron: “la corrupción en Colombia, como en cualquier país del mundo, es inherente a la naturaleza humana»… Tiene trabajo el ingeniero.
Post-it. Si al Representante a la Cámara por el Putumayo por el Pacto Histórico, Andrés Cancimance, el más elegante en la instalación del Congreso (con tremendo Arthur Street, pero rematado en zapatos de tacón alto, seguramente comprados en la sección Nuevas Prendas de Zara Woman) no le va bien en el parlamento, o si de pronto se le acaban de torcer los tobillos en la pasarela del Capitolio, podría aspirar a ser promovido a la jefatura de Protocolo de la Cancillería que parece quedará vacante, pues entiendo que el sempiterno titular, el gran Julito Riaño, anda acariciando su merecida jubilación.