Álvaro Hernando Cardona González
En las dos semanas anteriores, tuvimos dos celebraciones relacionadas. El pasado 22 de marzo, el Día Mundial del Agua, que en el 2022 se cumplirán 30 años desde su proclamación en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo de Río de Janeiro en 1992.
El agua cada vez es más costosa: oro líquido. Es que el 70% del planeta es agua, y tal vez eso refleje lo importante que es para la vida humana, vegetal y fáunica. No obstante, muchas personas a día de hoy, en pleno siglo XXI, no tienen acceso a agua potable. Por eso en el 2022 la propuesta es dignificar a la humanidad, trabajando por subsanar este acuciante problema.
Sin embargo, una semana antes, el 14 de marzo, celebramos también el Día Internacional de Acción por los Ríos. Una iniciativa que nació de la decisión unánime de los representantes de 20 países que en 1997 tuvieron un encuentro en Curitiba, en Brasil, para propender por solución a la problemática causadas por las represas. Es dable imaginar que esta fecha busca rescatar y proteger los ríos de toda la Tierra, que en las últimas décadas han soportado la contaminación, la destrucción de sus ecosistemas y, la pérdida irreparable de la flora y fauna que habita y depende de estos espacios naturales.
El término río es una palabra que procede de la voz del latín rius. Un río es una corriente natural de agua dulce que fluye continuamente. Aunque existen varias clasificaciones, una muy completa menciona los siguientes tipos de ríos: los estacionales: ubicados en zonas donde las estaciones son muy diferentes entre sí; los perennes: ubicados en zonas con grandes precipitaciones; los alóctonos: que atraviesan zonas muy secas, áridas o incluso desérticas; los transitorios: los de caudal muy variable; los meandriformes: que tienen o forman varios meandros; los anatomosados: que cuentan con diferentes canales y son capaces de transportar gran cantidad de sedimentos y materiales; y los rectilíneos: este tipo de río están formados por un canal principal y algunas pequeñas bifurcaciones inestables.
Los ríos nacen o se forman gracias a que el agua que cae del cielo en forma de lluvia, nieve o granizo puede tener tres destinos diferentes: una parte es absorbida por el terreno, otra parte se evapora (volviendo a circular por la atmósfera), y otra, finalmente, corre por la tierra formando arroyos, torrentes y ríos. Los que los hace discurrir, a veces con gran ímpetu, es que estos se forman generalmente en las montañas, concretamente en la llamada cuenca de recepción, una zona en forma de vaso, donde se acumulan. Es posible que el agua de lluvia que avanza por grietas y surcos naturales, la que proviene del derretimiento de la nieve y los glaciares y, la que surge de los manantiales, se unan en un solo cauce y originan ríos. Conservemos el agua.
