Ha transcurrido 16 años desde la aprobación de la Ley 1257, “por la cual se dictan normas de sensibilización, prevención y sanción de formas de violencia y discriminación contra las mujeres”. De entrada, podemos afirmar que contar con esta ley es un gran avance. Las organizaciones y la bancada feminista en el Congreso de la República, que lograron hacerla realidad merecen todo el reconocimiento. Igualmente existe una marcada tendencia en esta corporación de seguir defendiendo los derechos de las mujeres. Pero son muy preocupantes las declaraciones entregadas por el exsenador Gustavo Bolívar la Revista Semana el pasado fin de semana, quien afirmó que algunos congresistas contratan a niñas bonitas por periodos de 2 a 3 meses con el fin de esclavizarlas sexualmente, de acuerdo con las reiteradas denuncias que les hicieron en su oficina cuando ocupaba su curul de senador de la república. Lo afirma sin tapujos que el abuso hacia la mujer es bárbaro.
Lo grave, es que dicho congresista del Pacto Histórico no ha colocado en conocimiento de las autoridades judiciales para que se indague estas presuntas irregularidades que están atentando contra la dignidad y el honor a las mujeres. Así como ocurre en el Congreso de la República, dichas aberraciones sexuales se presentan en muchas dependencias del Estado, sin que existan investigaciones en los organismos de control, por el temor a ser despedidas. No hay derecho que esta situación se vuelva un paisaje en la administración pública.
No menos grave es la evolución de la violencia sexual. De los casi 15.000 casos registrados en el 2008 se pasó a los cerca de 30.000 que hoy se cuentan. Y, como lo han revelado diferentes estudios, no es que ahora las mujeres denuncien; la verdad es que los casos aumentaron. Lo mismo ocurre con la explotación sexual y la trata de mujeres, cuyo aumento fue de casi un 25 por ciento en la última década. Y otra vergüenza: de los cinco tipos de violencia contra las mujeres, todos alcanzan índices de impunidad de más del 80 por ciento.
A la pregunta, típica, de por qué hablar con enfoque de género en un país tan violento, la respuesta es clara: porque a las mujeres las violentan de manera desproporcionada en ciertos ambientes y sus victimarios son en su mayoría hombres. No es coincidencia que las mujeres sean las principales víctimas de violencia sexual. Por eso es imposible analizar esos casos sin entender los desequilibrios estructurales que hay detrás de lo que ocurre. Más aún, es fundamental seguir utilizando el enfoque diferencial para poder encontrar soluciones al problema. Tenemos que seguir luchando contra la violencia en todas sus formas. Necesitamos planes que vayan más allá de los discursos típicos. Las cifras están sobre la mesa. Les seguimos fallando a las mujeres.
