DIARIO DEL HUILA, ESPECIAL
Por: Hernán Galindo
Cansados de que los intermediarios llegaban hasta sus parcelas y veredas y les pagaban cualquier centavo por sus productos, campesinos neivanos vieron la oportunidad de emprender camino hasta la ciudad para ofrecer los productos y comercializarlos de manera directa.
En la aventura, que inició hace casi 36 años, los respaldó el entonces alcalde Ramiro Gutiérrez Perdomo. La historia cuenta que cuando fue a visitar la zona rural a inaugurar una escuela se percató de que los productos se perdían, se desperdiciaban en los potreros.
Intrigado, preguntó a la junta de acción comunal la razón. La respuesta fue que no había sitio en la Galería Central de Neiva para ellos, “no hay espacio, es lo que nos dicen”. Entonces, el mandatario recordó haber visto los mercados campesinos en Europa y es así que decidió abrirlos en Neiva.
“La idea se hizo realidad con ayuda de la administración municipal. Con maquinaria y transporte oficial se abrieron los primeros mercados campesinos de la ciudad”, recuerda don Ilde Hernán Vidal, actual presidente de la Asociación del Mercado Campesino del barrio Calixto Leyva a donde llegó Diario del Huila.
“No solo en volquetas sino en las propias máquinas utilizadas para el mejoramiento de las vías rurales se transportaban los plátanos, yuca, papa, en fin, los diferentes productos. Al principio llegaron campesinos con sus productos de inspecciones de policía como San Luis, Vegalarga, Las Ceibas, El Caguán y Fortalecillas, entre otras”, agrega.
Así fueron naciendo los mercados campesinos. El primero se ubicó en Las Granjas, siguieron Calixto, Cándido, Las Palmas, otro en el sur. Llegaron a sumar 12, pero fueron decayendo y desapareciendo por falta de apoyo estatal, persecuciones y el tránsito de la modernidad.
36 años de vida
El mercado campesino de Calixto nació en el llamado Parque de Las Momias, que servía de parqueadero de volquetas y para la actividad lúdica de los niños o jóvenes del sector.
“Desde entonces nos han querido sacar en varias oportunidades”, se queja Vidal, “incluso, a través de una acción popular, con el argumento de la invasión del espacio público”, pero lograron ganar la demanda y tras un fallo del Consejo de Estado se mantienen en el lugar.
“Los mercados campesinos ahora se están reactivando, como en el caso de los que organiza Utrahuilca. No son una competencia porque hay oportunidades para todos”, agrega el dirigente comunitario, mientras se acomoda el sombrero y sorbe un tinto, de un café que produce su tierra, además de frijol, mora y queso.
Igual que hay productos de toda la zona rural: Los pollos de Río Ceibas, los plátanos de San Luis, occidente; el banano de San Antonio; La Trucha junto a Balsillas; achiras y pan de Fortalecillas.
Por las exigencias de bioseguridad por la pandemia, sólo 40 productores están llegando todos los viernes y sábados, como es la tradición de décadas. “Pero somos en total 140 familias asociadas y todo es artesanal, chocolate, café, panela, que vienen de San Antonio; la yuca de la vereda Puerta del Sol. Confiamos en estar todos reunidos”, agrega.
Al preguntarle por la afectación que reciben de las llamadas grandes superficies o los fruver que surgen cada día en los barrios, responde que “no tanto como las demandas, que son realmente el principal enemigo. Pero la clientela nos quiere y nos busca. Sabe que las aguas con las que regamos los cultivos son limpias; cultivadas con pocos químicos. Abonadas con productos orgánicos”.
Consultados, los miembros coinciden en tres mensajes: apoyo para seguir trabajando como productores directos sin intermediarios; que los clientes sepan que están con la misma ilusión del principio y a mejorar; y piden a los concejales y a la Alcaldía participar en el debate del proyecto de acuerdo que hace tránsito en el Cabildo que busca reglamentar los mercados campesinos en la ciudad.
“Que tengan en cuenta nuestra experiencia y conocimiento en el negocio, en la producción y comercialización, en la atención al público. Así se evita que en el futuro haya malos entendidos sobre cómo deben funcionar”, señalan.
Las mujeres son las protagonistas
Uno de los puestos es atendido por Dana Gutiérrez, vicepresidenta de la Asociación. Vio crecer el mercado. Desde niña viajaba con su madre Fanny, una de las fundadoras, quien comenta que se han ganado el espacio con dedicación y trabajo: “Como mujeres apoyaremos cualquier iniciativa que nos permita continuar adelante para garantizar el sustento de nuestras familias”.
Dana recuerda que con escasos años acompañaba a su mamá. Traía tamales, envueltos de arroz, de maíz, luego comenzó con una huerta y labranza en la casa que se fue agrandando.
“Viajábamos en volquetas, en incomodidad, nos embarrábamos. Ahora tenemos este este espacio que nos lo hemos ganado. Desde mis seis años de edad vengo, ahora tengo 42 años, he estado presente en los 36 años del mercado campesino”, dice, mientras despacha el pollo que crían en la finca.
Juan García, un comprador, destaca que prefiere comprar en el lugar “porque nos entendemos directamente con los productores, sin intermediarios. La misma razón asiste a doña María Rodríguez, una ama de casa, de la tercera edad, que, aunque no está muy de acuerdo con los precios, ya que, según su opinión son iguales o similares a las otras ventas, “sí me gusta poder adquirir los productos directamente de la gente del campo”.
Los recuerdos de un fundador
Edilbeto Vega, un hombre de avanzada edad, con una pequeña venta de plátanos, es uno de los fundadores. “Este mercado ha resurgido la agricultura. Estábamos que tirábamos la toalla porque nuestros productos prácticamente nos tocaba regalarlos en la Galería y gracias a la iniciativa del alcalde Gutiérrez y de unos dirigentes campesinos que se organizaron abrieron estos espacios, motivaron a nuestros nietos, hijos y las mujeres y entre todos nos dedicamos a producir en el campo para traerlo a vender de manera directa, un milagro”, cuenta, con nostalgia.
Y agrega: “El carro del desaparecido Idema nos servía para comprar la remesa y dejamos de vivir solo del café. Diversificamos. Además, ya no teníamos que vivir de la fiada porque lo que vendíamos nos generaba el dinero para llevar lo necesario a casa”.
“Aprendimos así miso que el abono es orgánico. Lo preparamos directamente nosotros y luego lo aplicamos. Además, aprendimos que no era solo café y plátano, sino que otros productos nos abrían un panorama distinto. Actualmente, hay toda clase de elementos de la canasta familiar. Ojalá sigamos trabajando y logremos mantener los precios estables que no haya especulación que haya un gana-gana para todos, entre el productor y el consumidor”, es su deseo.
Consultados de un eventual traslado a Mercaneiva responden que es un absurdo. Lo han planteado varias administraciones, pero está claro que sería un retroceso ya que igual que como al principio no podríamos competir con quienes ofrecen los productos a diario.
“Ellos venden durante toda la semana y nosotros solo los viernes en la tarde y el sábado en la mañana. Sería como antes, cuando nos daban lo que querían porque se agotaba el tiempo de venta, al punto que nos acabaron”. “No podemos competir con los grandes”, agrega otra señora.
Algunas de las medidas que se plantean desde el gobierno nacional es que los mercados campesinos deben hacerse en un espacio abierto donde se controle la afluencia de público, que las carpas deben estar separadas y que dentro de cada punto solo debe haber una persona comercializando los productos.
Esta normatividad y diversos acuerdos son algunas de las medidas que deberán socializar los campesinos como organización en el Concejo para que los sigan dejando trabajar y crecer en su propósito de ser cada día más competitivos.