No cesan los accidentes de tránsito ocasionados por la irresponsabilidad de algunos conductores ebrios, que junto con la velocidad constituyen un detonante mortal que afectan el bienestar de las familias colombianas. Es inconcebible que, durante los fines de semana, en las carreteras del país pierdan la vida más de 100 personas y 620 resulten heridas en accidentes de tránsito, solo durante los primeros siete meses del año actual, a la par que las autoridades anuncien que seguirán reforzando las medidas de control. Tres personas por semana mueren por esta causa en nuestras carreteras. Léase por falta de consciencia sobre el grave peligro de no entregar las llaves cuando se consume licor. Se necesitan más controles, campañas, más ayuda familiar. Lo que se haga es poco para frenar estas tragedias que cobran tantas vidas.
Hoy la sociedad colombiana, clama y exige a gritos para que actúe severamente la justicia ante la impresionante tragedia ocurrida en la madrugada del pasado lunes 13 de septiembre en el sector de la Gaira, Magdalena. Allí, una camioneta conducida a alta velocidad por Enrique Vives Caballero, según las autoridades en estado de embriaguez, se salió de la vía, arrollando a un grupo de jóvenes y les causó la muerte a seis y dejó gravemente herido a uno.
Afortunadamente después de varias dilaciones, la Jueza Olmis Cotes, lo envió a la cárcel, mientras continúan las respectivas investigaciones. Queda demostrado que la gasolina, la velocidad y el alcohol, se convierten en una mezcla mortal que colocan en serio riesgo la vida de los transeúntes en las vías.
Casos lamentables como éstos que estremecen a un país, y en el que pareciera que todas las cartas están sobre la mesa, obligan a los operadores judiciales y al Ministerio Público, como ya lo está haciendo la Procuraduría, a exigirse a fondo para que la sociedad reciba el mensaje de que, más allá del dolor, la justicia obra claramente.
Así mismo, es necesario que se dé una reflexión sobre si en el país se ha bajado la guardia en la causa de separar alcohol y gasolina, que tantos avances registró en el pasado reciente. Ya es hora de que el país tome en serio las abultadas cifras de víctimas de los accidentes de tránsito, en virtud de que se han convertido en un verdadero problema de salud pública.
En un país acostumbrado a cuantificarlo todo y a quedarse solo con las estadísticas, este panorama exige medidas urgentes, de corte intersectorial. No se puede ser laxo con las normas. Manejar bajo efectos del alcohol, el exceso de velocidad, el irrespeto a los estatutos de tránsito y la no revisión de los vehículos debe ser sancionado con mayor severidad.
