Por: Leonardo Sanmiguel Benavides
Desde hace un par de años había dejado de escribir columnas en los diarios, sin embargo, hoy que regreso a esta actividad tan bonita deseando realizar un homenaje a quien para mí y muchos más es el mejor de todos los tiempos.
Quizás no son muchos los que han tenido el privilegio de tener en su familia y en su vida alguien tan particularmente bueno en todos los aspectos de su vida como lo era el, aquel hombre íntegro y coherente en el decir y el hacer, aquel ser humano que nunca se cansó de ayudar a quien lo necesitaba o dar una oportunidad a quien la pedía, ese era Saul Sanmiguel Ortiz un hombre 10.
Desde muy joven Saúl tuvo que destacarse en lo que hacía, un hombre competitivo pero que nunca pasó por encima de nadie para lograr sus objetivos, en cada concurso que presentó para algún puesto de trabajo siempre logró ocupar el primer lugar, su disciplina y su inmenso corazón fueron la clave de su éxito laboral y familiar.
En sus travesías por el departamento del Huila se llenaba de anécdotas e historias cada vez más increíbles de contar, compartir con sus amigos de San Isidro, Ospina Pérez, Santa María, Pitalito, Iquira, las mujeres cafeteras de Teruel y La Plata entre otros municipios lo llenaban de alegría y de motivos para seguir trabajando por la caficultura del departamento del Huila el cual posicionó como el departamento con mayor reconocimiento en cafés especiales y quien más produce en todo el país.
Podían pasar los años sobre el pero siempre cuando tenía la oportunidad de jugar al futbol con mi hermano Andrés y yo, al final siempre era el quien ganaba las partidas, su increíble estado físico y sus ganas de siempre ganar eran mucho mayores que nuestra juventud, es así como Saúl Sanmiguel Ortiz todos los días nos dejaba una enseñanza de vida, a contenernos en nuestros momentos de rabia, a no hablar mal del otro, a conseguir las metas de vida sin deberle favores a nadie sino con entero esfuerzo de superación, ese líder que nos guio con el ejemplo diario y con su infinito amor.
Podrán pasar los años y las generaciones, quizás algún Sanmiguel podrá llegar más lejos que él, pero a pesar de eso él es y siempre será el más grande de todos los tiempos, el artífice y arquitecto de la caficultura huilense, el mejor esposo, padre, hermano y amigo. El que no me cansaré de seguir sus pasos porque, aunque él no esté presente físicamente el vivirá en el corazón de los cafeteros que tanto quiso, en las anécdotas que cuenten de su vida, en el corazón de nosotros sus hijos, de mi madre Yanith, de sus hermanos, de sus nietos y futuros nietos y estoy seguro que a donde yo vaya el estará allí acompañándome en las montañas cafeteras con nuestro corazón en el campo siendo mi líder, mi guía y mi fuerza por siempre papá.