Luis Humberto Tovar Trujillo
«Referencias laborales de Iván Velásquez: presión a jueces, falsos testigos, abusos e incriminaciones falsas que terminaron con su expulsión de Guatemala. Ese es el personaje que quedará como ministro de Defensa: lamentable. Pobre Colombia».
Además de lo anterior, los reiterados mensajes por las redes sociales suficientemente publicados y conocidos ampliamente, en contra de la fuerza pública y sus integrantes, absolutamente aberrantes, y lo más grave, venidos de quien quedará como min defensa.
Antes que generar confianza y tranquilidad en la población colombiana, produce zozobra, intranquilidad, desazón, miedo, pánico y todas aquellas manifestaciones que conducen al sometimiento, a la subyugación del ser humano a peores menesteres.
Todos los nombramientos anunciados por el nuevo gobierno, están tendenciosamente dirigidos a generar esos sentimientos en la sociedad, todos han anunciado destrucción, ruina, miseria, y hasta persecución, hacia un determinado núcleo de la sociedad, que no ha hecho parte de ese pacto diabólico que presidirá el gobierno próximo.
El nuevo min defensa, antes que generar confianza en la fuerza pública, se considera una amenaza contra ella; en sus conceptos recientes por redes sociales después del anuncio de su ministerio, actúa como una oveja mansa, cuando sabemos la clase de piel que lo cubre, más como fiscal (anunciado inicialmente) que como ministro.
Indignación total, de la otra mitad de los colombianos que no eligieron el nuevo gobierno, elección llena de toda oscuridad, hacia los llamados a garantizar la pulcritud electoral como base fundamental en una democracia, y de aquellos que, aunque lo eligieron, pasan por la incertidumbre y la zozobra, por los anuncios ya mencionados.
“La designación de Iván Velásquez en el Ministerio de Defensa no es un nombramiento, es un acto de venganza. Con mayor fortaleza debemos rodear a nuestras Fuerzas Armadas”, gran acierto del ex candidato presidencial Enrique Gomez.
Y agregaría, ¿acaso no nos debemos rodear (apoyar) mutuamente?; si ellas están en peligro, desde luego, nosotros también lo estaremos; ellos serán victimas de las decisiones vengativas de quienes van a representar la institucionalidad; entonces, tienen el deber moral, e institucional de defender las instituciones, mas no las personas que representaran esas instituciones.
Utilizar las instituciones para maltratar a cualquier ciudadano, es la mayor antítesis de lo que debe ser un gobierno; sería una espada asesina en forma permanente como en Venezuela y otras latitudes, ampliamente conocidas, donde reina la extrema izquierda radical.
Nos esperan momentos de “sangre, sudor y lágrimas” como dijera Churchill, sería el itinerario a recorrer próximamente, de no existir solidaridades mutuas sobre el amenazante futuro inmediato.