Entre lágrimas y exigencias de verdad, el Estado colombiano pidió perdón a las familias de 18 víctimas de ejecuciones extrajudiciales ocurridas en Huila, Putumayo y Caquetá. «No eran guerrilleros, fueron asesinados», admitió el ministro de Defensa, en un acto que busca dignificar la memoria de los inocentes y garantizar que estos horrores no se repitan.
DIARIO DEL HUILA, CONTEXTO
En un evento cargado de emociones y marcado por el dolor colectivo, el ministro de Defensa, Iván Velásquez, pidió perdón en nombre del Estado colombiano a las familias de 18 víctimas de ejecuciones extrajudiciales ocurridas entre 2004 y 2008 en los departamentos de Huila, Putumayo y Caquetá. Desde Florencia, Caquetá, este acto de reconocimiento público representó un avance significativo en el proceso de reparación histórica para quienes han sufrido las consecuencias más crueles del conflicto armado colombiano.
La ceremonia, que incluyó la presencia de hijos, padres y hermanos de las víctimas, se centró en honrar sus memorias y en rechazar las acciones cometidas por miembros de la Fuerza Pública, quienes asesinaron a civiles inocentes y los presentaron falsamente como guerrilleros abatidos en combate. Este tipo de prácticas, conocidas como “falsos positivos”, dejaron una herida profunda en las comunidades afectadas, particularmente en el Huila, un departamento que ha vivido intensamente el conflicto armado.
“No eran guerrilleros, no eran delincuentes”
Las palabras del ministro Velásquez no dejaron lugar a dudas sobre la gravedad de estos crímenes. “No eran guerrilleros, no eran delincuentes, no tenían armas, fueron asesinados”, expresó con firmeza al referirse a las víctimas, reafirmando que ninguna de ellas representaba una amenaza legítima. El reconocimiento oficial de la responsabilidad del Estado en estos casos es un paso importante hacia la verdad, un derecho fundamental que las familias han exigido durante años.
El jefe de la cartera castrense fue enfático al mencionar que los asesinatos no solo constituyeron una violación de los derechos humanos, sino que también representaron un quiebre en la confianza entre las comunidades y las instituciones encargadas de su protección. Este acto público, aunque simbólico, es un intento por reparar ese vínculo roto y construir garantías de no repetición.
Huila: el impacto de los falsos positivos en la región
En el departamento del Huila, las ejecuciones extrajudiciales dejaron una marca imborrable. Durante los años en cuestión, las víctimas fueron seleccionadas de manera arbitraria, generalmente entre personas vulnerables o marginadas, para luego ser asesinadas y presentadas como bajas en combate. Este patrón de crímenes tuvo un impacto devastador en las familias y comunidades huilenses, quienes enfrentaron no solo la pérdida de sus seres queridos, sino también el estigma y el silencio institucional.
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Un ejemplo conmovedor es el caso de Julio Alberto Amaya Alba, una de las 18 víctimas reconocidas en este acto. Su esposa, acompañada de sus dos hijas adolescentes, tomó la palabra durante la ceremonia para exigir que estos hechos no se repitan. “Que esto vuelva a suceder no puede ser. Que todo el Ejército Nacional actúe conforme al honor, conforme a los valores y principios que constituyen la ética militar”, afirmó con voz firme. Además, hizo un llamado a que los integrantes de la Fuerza Pública sean fieles a su juramento de proteger la vida y la dignidad de todos los ciudadanos.
El acto en Florencia: parte de un esfuerzo nacional
El evento en Florencia no es el único acto de este tipo. En Medellín, el pasado 14 de agosto, el ministro Velásquez también pidió perdón a 35 familias de Antioquia que perdieron a seres queridos en circunstancias similares entre 1998 y 2009. En esa ocasión, reiteró la responsabilidad del Estado en estas prácticas y destacó la importancia de reconocer la verdad como un paso esencial hacia la justicia.
Estos actos, aunque insuficientes para resarcir plenamente a las víctimas, son fundamentales para construir una memoria histórica colectiva y avanzar en los procesos de reconciliación. Cada reconocimiento público representa una oportunidad para dignificar a las víctimas y mantener vivo el compromiso del Estado con la verdad y la justicia.
“Esto no se puede repetir”
El mensaje unificador de estos actos ha sido claro: las ejecuciones extrajudiciales no pueden volver a ocurrir. Las familias de las víctimas han insistido en la necesidad de garantizar que el Ejército actúe bajo principios éticos sólidos, respetando los derechos humanos y cumpliendo con su deber de proteger la vida. “Esto no se puede repetir”, reiteró una y otra vez la esposa de Amaya Alba durante su intervención, convirtiéndose en la voz de miles de familias que comparten el mismo clamor de justicia.
El compromiso con el Huila y la memoria histórica
En el contexto huilense, este acto tiene una importancia particular. El Huila, siendo un territorio históricamente afectado por la violencia y el conflicto armado, ha sido también un ejemplo de resiliencia y fortaleza comunitaria. Sin embargo, las heridas que dejaron los falsos positivos aún están lejos de sanar. La reparación integral de las víctimas requiere no solo actos simbólicos como este, sino también acciones concretas, como la judicialización de los responsables, la implementación de programas de apoyo a las familias y la creación de espacios para la memoria y la reflexión.
Un llamado a la acción y la reconciliación
Este reconocimiento oficial en Florencia es un recordatorio de las profundas deudas que el Estado colombiano tiene con las víctimas del conflicto armado. Si bien el camino hacia la verdad, la justicia y la reparación es largo y complejo, el perdón ofrecido representa un paso significativo en la dirección correcta.
El desafío ahora es traducir estas disculpas en cambios estructurales que prevengan futuras violaciones de derechos humanos y fortalezcan la confianza de las comunidades en las instituciones estatales. Para el Huila y los demás departamentos afectados, el compromiso con la memoria histórica y la reconciliación es esencial para superar el legado de violencia que ha marcado a generaciones enteras.
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