Yolanda Ruiz
Colombia y Chile han vivido en los últimos años episodios sociales y políticos similares que han llevado a plantear que hoy lo que pasa en el sur se replicará por aquí. Hay muchas realidades paralelas, pero también significativas diferencias que se deben ver para poder entender hasta dónde lo que ocurre en los dos países puede llevar a un destino similar. ¿El rechazo a la nueva Constitución chilena en las urnas es un mensaje que debe leer el Gobierno Petro en Colombia?
La respuesta es sí. Sin embargo, parece que por la Casa de Nariño no se ha escuchado bien lo que dijeron en las urnas los chilenos, a juzgar por el desafortunado trino del presidente Petro tras el resultado del plebiscito: “Revivió Pinochet”. Apenas justa la fuerte reacción crítica tanto allá como acá. Ha leído mejor el momento el presidente chileno, Gabriel Boric, quien entendió que la democracia de su país se pronunció y que si bien había pedido un cambio, no lo quiere por la vía de una Constitución que no logró consenso ni interpretó bien lo que quería el conjunto de la sociedad. Por eso anunció que deben trabajar más en una propuesta que interprete a todos.
Las grandes transformaciones caminan a paso más firme si logran consensos, como el que se obtuvo en Colombia en 1991 con la Constitución que surgió de una amplia convocatoria. Fueron mínimas las voces que se levantaron en contra de la Carta que consagra nuestro Estado social de derecho. Por eso aquí no está en juego la redacción de una nueva Constitución como pasa en Chile y esa es una diferencia de fondo. Al contrario: Gustavo Petro llegó con la bandera de la defensa de la Constitución del 91. Sin embargo, sí llegó al poder con una promesa de cambios sociales profundos. Para lograrlos necesita respaldo del país y es ahí en donde debe ver lo que pasó en Chile. Hoy el Gobierno tiene un amplio capital político, pero si mira al sur verá que eso se puede perder en cuestión de meses si no se lee bien la realidad política y si no logra sumar a una mayoría diversa.
Las coincidencias recientes en la historia de los dos países se remontan al año 2019. En Chile el estallido social comenzó en octubre, en Colombia en noviembre. Miles de personas se lanzaron a las calles para reclamar cambios sociales. En Colombia el Gobierno de Iván Duque convocó a una Conversación Nacional que no condujo a nada. En Chile el entonces presidente, Sebastián Piñera, anunció medidas en lo que llamó una Nueva Agenda Social y en un acuerdo con la mayoría de sectores políticos se decidió convocar un plebiscito para consultar a la ciudadanía si quería una nueva Constitución.
En los dos países la pandemia aplacó los ánimos sociales aunque el malestar seguía ahí. En Chile aplazaron el plebiscito pero finalmente se realizó y los ciudadanos votaron masivamente por redactar una nueva Constitución. En Colombia, el estallido volvió en abril del 2021. La crisis social se agudizó por el impacto brutal de la pandemia. En los dos países triunfó la izquierda en las urnas. Chile eligió a Gabriel Boric y Colombia a Gustavo Petro.
En los dos países se quiere un cambio en medio de los coletazos de la crisis económica mundial y la inflación desbordada que golpea el bolsillo de las mayorías. En los dos países hay preocupación por la seguridad. En Colombia tenemos un problema adicional: la violencia política con el asesinato de líderes sociales y la del narcotráfico que se ha tomado regiones enteras. Aquí, como allá, se esperan cambios. Aquí, como allá, hay distintas ideas políticas sobre los cambios. Aquí, como allá, se necesita consenso para avanzar. Aquí, como allá, hay deudas sociales de siglos. Aquí, a diferencia de allá, tenemos un conflicto armado alimentado por el narcotráfico que lo complica todo. Aquí, el Gobierno Cdebe leer adecuadamente lo que pasó allá para sacar lecciones.