A vuelo de pájaro cualquiera se podría imaginar que esta frase ha sido ladrada por algún troglodita machista y repulsivo, primitivo y sin educación alguna. Sin embargo, la frase se halla nada y más y nada menos que en la Política de Aristóteles. Pero el Estagirita, uno de los padres del pensamiento occidental, no se queda ahí pues a lo largo de su obra profundiza en estas ideas. En la Historia de los Animales, por ejemplo, argumenta que la naturaleza signa no sólo diferencias físicas entre hombres y mujeres, sino también aquellas mentales y de carácter. Es así como para Aristóteles la mujer es pícara, complicada e impulsiva, aunque, eso sí, también es más compasiva y más propensa a las lágrimas (débil de carácter) que los hombres. También dice que es más celosa, más quejosa, más apta para regañar y herir, y es proclive al desaliento y a la desesperanza; es descarada y mentirosa, pero también tiene una mejor memoria (selectiva). También la define como apocada y más difícil de inducir a la acción.
El canon de la filosofía occidental está basado en buena medida en el pensamiento aristotélico, adoptado y adaptado una y otra vez a lo largo de más de dos mil años (desde los padres de la iglesia como Santo Tomás pasando por Rousseau y los contractualistas) por lo que aún está vigente. Es por esto que, aunque el párrafo anterior sea escandaloso e inaceptable hoy en día, su contenido, en mayor o menor medida, lo hemos escuchado una y otra vez, quizás matizado o en “son de chiste”, a lo largo de nuestras vidas.
A pesar de que estas ideas moldearon, en cierta medida, el pensamiento y la acción en Occidente desde los griegos, también es verdad que hoy en día carecen de sustento filosófico y sociológico, lo que muestra un progreso moral en Occidente y en la humanidad.
La misoginia es el odio o la aversión hacia las mujeres y lo femenino. Está basada en la idea según la cual las mujeres son inferiores o limitadas en relación con el hombre y, a pesar del cambio de los tiempos y de la crisis coyuntural actual, la palabra y sus connotaciones son cada vez más recurrentes en la discusión pública mundial.
Es así como esta semana Ángela María Robledo renunció formalmente al partido Colombia Humana y, aunque como política profesional que es, ha ido midiendo sus palabras y matizando sus explicaciones, también ha sido clara en que más allá de sus diferencias doctrinales y personales con el líder del partido, la Colombia Humana tiene un problema estructural en su posición frente a las mujeres que impidió la continuidad de Robledo en el mismo.
Aunque no se digan en voz alta, aunque se nieguen una y otra vez, y aunque los líderes cogidos en flagrancia (pues de otra forma son incapaces de aceptar sus abusos) hagan múltiples abluciones y rituales de purificación para poner distancia entre ellos y la misoginia, la verdad es que tanto este partido como otros afines desde hace décadas están corroídos internamente por prácticas machistas y abusos frente a las mujeres. Pero Robledo no es la única que ha puesto el dedo el llaga: decenas de mujeres desde hace unos años vienen haciendo pública la misoginia en la política y no pasará mucho antes de que una tormenta estalle en el seno de los partidos que aun consienten la misoginia.