LA COLUMNA DE TOÑO
Por el P. Toño Parra Segura padremanuelantonio@hotmail.com
Hemos aprendido desde niños que en Cristo hay dos naturalezas: la divina y la humana, unidas en una sola persona que es la divina.
Hoy la escena es maravillosa y radiante: también en oración Jesús se va al monte Tabor con los tres apóstoles preferidos y además Moisés y Elías llenos de gloria: ambiente de luz, de paz y de manifestaciones especiales de parte del Padre.
La alusión al “monte” y a la “oración” son propios de san Mateo, para darle relieve a los acontecimientos que narra.
Nada es improvisado en la Revelación ni en la vida de Jesús. Cada cosa, cada situación va preparando el recorrido hasta llegar a la plenitud de todas las realidades personales e institucionales de Israel.
La alianza con Abraham quedó superada, el éxodo del pueblo y su liberación son pre-anuncios de la Pascua de Jesús, sin duda el gran acontecimiento liberador para el nuevo el testamento.
Muchos rasgos del Antiguo Testamento nos ayudan a entender el lenguaje simbólico en este Domingo. El resplandor de Jesús nos recuerda al Moisés que desciende del Sinaí (Ex. 34,29) la nube nos lleva a la presencia de Dios en la tienda del desierto (Ex.40,35) y en el templo (1 Re.8,10) Moisés y Elías eran ya esperados en el tiempo de la salvación (Dt.18 15-18).
El sueño de los apóstoles les volverá en Getsemaní, cuando les dice que ya pueden dormir porque llegó el tiempo de la entrega. Pedro ahora que está con el afán de las tres tiendas no quiere dejarlo bajar hacia Jerusalén, por eso le dice el Señor que no sabe lo que está pidiendo. Y la voz de lo alto que suena en el monte les indica la divinidad que supera toda esperanza fácil y espectacular. Es la voz de ese Hijo predilecto la que hay que escuchar y no las invitaciones de Pedro a instalarse en la dicha momentánea.
Para nosotros qué significa entonces la transfiguración?
Estar con Jesús en oración, subir con Él a la montaña de la soledad, preparar el oído para la escucha de su palabra que es conversión interior y no misticismos exagerados.
Significa descubrirlo a Él en el que sufre, en el pobre y en el que está abandonado. Toda la Ley y los profetas los tenemos a la mano aunque no regresen Moisés y Elías, pues el profeta joven es el Cristo de cada Eucaristía que es “el paso” o Pascua de Jesús en nosotros.
Nuestra propia transfiguración será cuando demos un perdón generoso, porque entonces como dice Isaías nuestra carne sanará y la luz radiante cambiará nuestro cuerpo frágil en un cuerpo glorioso como el suyo como lo afirma Pablo hoy a sus queridos Filipenses. Ojalá que los demás descubran en nosotros signos de conversión; eso sería un buen propósito para esta Cuaresma. Jesús no falla, los hombres nos engañan y confunden.
El sigue siendo la luz, el camino y la vida; de la mano con Él seremos glorificados desde ahora y futuros inquilinos del cielo. Sigamos en nuestra preparación cuaresmal reavivando la esperanza en el Señor Resucitado, para no lamentarnos tanto ni del tiempo, ni de la vida de los hombres. Este es el momento de gozar de la presencia viva del Señor.