Por: Jaime Alberto Arrubla Paucar
Por momentos aciagos atraviesa nuestra patria. La pandemia se encuentra inflexible; más de seiscientos muertos diarios y creciendo; en el número de contagios y decesos ocupamos los primeros lugares mundiales, después de la India; ya tenemos bandera roja y pronto nos cerraran las puertas internacionales. El sistema de salud en “estrés total” por la demanda generalizada de servicios para pacientes COVID, ahora atacando la población más joven con una alta letalidad. Afortunadamente, marcha el plan de vacunación y ya se dio carta de apertura a la intervención de los privados con lo cual podemos mejorar los futuros resultados. Por el momento todos a auto cuidarse, a poner en marcha las medidas de distanciamiento, pues ni la economía, ni la sociedad resiste más reclusiones. Los índices de pobreza son enormes y a una población que viene del “rebusque” no se le puede volver confinar, pues significa condenarla a morir de inanición.
El reverbero político y la proximidad del relevo presidencial, aprovecha la protesta social, todavía en ebullición en las principales ciudades, para afianzar opciones electoreras. Se avizora una contienda electoral de fuerte choque entre izquierdas y derechas. Muchos ciudadanos albergan el temor de un cambio de política gobernante por los resultados de las encuestas y se preocupan por la estabilidad de sus patrimonios y albergan incluso la idea de cambiar de país de residencia; se vive una pérdida de confianza en las instituciones.
Los grupos ilegales y los disidentes de los pacificados grupos guerrilleros, arrecian sus planes desestabilizadores, catapultados en la complicidad de algunos países vecinos donde se refugian y tienen sus bases para planificar sus incursiones violentas en el territorio nacional. La inteligencia militar se ve desprestigiada por no poder advertir a tiempo ataques como el que soportó la Brigada de Cúcuta o el helicóptero presidencial, que a mala hora sobrevolaba la región infernal del Catatumbo; a quién se le ocurre meter al Presidente de los colombianos en semejante riesgo, exponiéndolo a tiro de fusil, en un vuelo lento, en un territorio impregnado de narcotráfico, guerrillas y disidencias, para demostrar a la opinión pública que se puede ir a toda parte. Quedo demostrado exactamente lo contrario a esa región no se puede ir ni volando, lo bajan de un escopetazo.
Mientras el país se desangra y se destruye, el Congreso se dedica a expedir leyes para la licencia paternal compartida o el cambio de apellidos; o para rebajar las horas laborales o para honrar la memoria de Marco Fidel Suarez. La Comisión de la verdad dedicada a su tarea de escuchar a las víctimas y esperar arrepentimientos de los victimarios que no han de llegar. En semejante caos, solo falta discutir sobre el sexo de los ángeles.
El liderazgo que necesita Colombia deberá interpretar los difíciles momentos y señalar el camino de la reconciliación. Solo logrando una convergencia de la sociedad hacia verdaderos propósitos de solidaridad social y de convivencia armónica, podremos vislumbrar un futuro menos incierto para los colombianos.