Por: Gerardo Aldana García
No puede ser que esto haya ocurrido. Una joven de 22 años, una flor apenas en botón que frágil, le fue arrebato su color nonato y en procesión de llanto, sin fuerzas, perdió su vida, todo por cuenta de la brutalidad de representantes de las Patrullas de Orientación en Irán. Un país devoto hasta los tuétanos del islam, bajo los efluvios inefables del profeta Mahoma, quien, desde sus mundos suprasensibles, debe dolerse de la forma inapropiada y cruel, con la que proceden algunos de sus prosélitos que demuestran no comprender la doctrina del amor legada por él, y que puede elevar al ser humano hacia estadios de armonía con su entorno, con el universo.
El mismo suelo que hoy pisa el pueblo iraní, fue escenario en donde la antigua Persia vio florecer la religión de Zoroastro que incentivaba el avivamiento del fuego sagrado de Ahura Mazda, generador de paz, armonía y elevación espiritual. No puede ser que Mahsa Amini, haya tenido que soportar los golpes propinados por efectivos de la autoridad iraní, solo por el hecho de que su velo no estuviese cubriendo la totalidad de su pelo. Ciertamente, los ciudadanos del mundo estamos hoy por hoy, precisados a respetar los rasgos de identidad cultural de los pueblos en el planeta.
En realidad, no se discute que las mujeres en diversos países de medio oriente lleven su velo; es algo que atañe a sus propias idiosincrasias. Más es del todo incomprensible, inadmisible que se raye en radicalismos tan severos como el de quitarle la vida a una hija del dios Allah, creador del universo, compasivo y misericordioso, cuyos bellos cantos llenan de sabiduría el Corán; discípula del exaltado profeta Mahoma, todo porque su velo se haya corrido un poco. Me pregunto, qué va a hacer el régimen del presidente Ebrahim Raisi con los cientos de mujeres que en réplica de la protesta del pasado 22 de septiembre por la muerte de Mahsa Amini, quieran seguir quemando sus velos o cortando sus cabellos.
Las religiones como los Estados y gobiernos están llamados a escuchar y considerar las dinámicas de las nuevas generaciones que componen la nación, la sociedad de hoy. Claramente éste abuso con la mujer iraní es de lamentar tanto como los miles que en contra de ellas suceden a diario alrededor del mundo; mujeres víctimas, unas a manos de esposos celosos o lunáticos, otras al influjo sangriento de grupos criminales y muchas otras en causas políticas en donde prevalece la inequidad de género. Creo que es necesario solidarizarnos con las mujeres iraníes que piensan diferente y que lo hacen porque además ese derecho natural a hacerlo les debería ser respetado.
De mi parte, comparto con los lectores, el siguiente poema Dolor de Oriente, traído del libro Mujer del Olimpo, autoría del suscrito, de la editorial Altazor Editores, 2019
Creció junto al silencio de su madre. En la mordaza de su fémina alma, aprendió a contener las palabras. Sabe que cada pedazo del lugar pertenece a los hombres, siente que su aliento tiene valor, por el perfume de su piel. Ha escuchado que, al otro lado del mar, las flores crecen libres, que entregan su néctar, al colibrí más romántico. Que los ojos de afrodita iluminan ciudades, que el ingenio femenino construye los sueños, que la fuerza no es superior a la dulzura. Y ella sigue allí, ausente en su mundo, excluida desde que nació bajo el signo de Eva, viajando en la cajuela de los autos, mutilada tras el velo oscuro.
Para terminar, quiero cerrar con el poema Que, si llueve, contenido en el poemario Beso de Nube, igualmente de mi autoría, con ilustraciones de Olga Lucía Díaz Escobar, publicado por Altazor Editores en 2017.
Que, si llueve, mi corazón palpite en el horizonte. Que, al concierto de lluvia y luces, los niños encuentren cálido regazo. Que, junto a la fiesta de las raíces, muera la sed de venganza. Que, en el impetuoso río, sucumba la mordaza que acalla a las hijas de Natura.
