La cultura colombiana despide a una de sus figuras más emblemáticas: Leonor González Mina, conocida como ‘La Negra Grande de Colombia’, quien falleció a los 90 años en Cali.
Su partida cierra un capítulo dorado de la música y el arte, dejando un legado que trasciende generaciones.
Nacida en 1934 en Robles, corregimiento del municipio de Jamundí, Valle del Cauca, González Mina emergió como un ícono de la música afrocolombiana. Desde joven, su voz potente y su energía arrolladora la llevaron a ser parte del Ballet Folclórico de Delia Zapata Olivella, donde comenzó a destacarse como cantante y bailarina, abrazando ritmos que serían la base de su carrera: el currulao, la cumbia y el bambuco.
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Una carrera de hitos y transformaciones
En 1967, rompió barreras al convertirse en la primera mujer afrocolombiana en cantar en el Teatro Colón de Bogotá, un hecho histórico que visibilizó las raíces afro en los escenarios más prestigiosos del país. Con su estilo único, popularizó canciones que se convertirían en himnos, como «Yo me llamo cumbia», «El pescador» y «Cali pachanguero».
Su legado no solo radica en sus más de 30 discos grabados, sino en su capacidad para convertir la música en un vehículo de resistencia cultural y orgullo afrodescendiente. Fue una voz que celebró las raíces del Pacífico colombiano y un puente para llevarlas al mundo.
Más allá de la música, González Mina también dejó huella en la política. Desde el Congreso, trabajó por los derechos de las comunidades afrocolombianas, defendiendo la igualdad y promoviendo políticas que valoraran las culturas tradicionales.
En palabras de sus contemporáneos, fue más que una artista: fue una embajadora de la identidad afrocolombiana, luchadora y visionaria.
Leonor González Mina falleció en un hogar geriátrico de Cali, pero su espíritu permanece en cada nota de los ritmos que interpretó.
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