Diego Arango O.
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Nada pasará, Colombia eligió su nuevo presidente con menos del 30% de su potencial electoral a Gustavo Petro, quien lleva tres décadas siendo figura del establecimiento desde la orilla de la oposición bajo la ideología de izquierda. El país lo conoce bien y sus propuestas de campaña han sido relativamente pocas en su cumplimiento, muestra de ello fue su paso por la alcaldía de Bogotá, donde no dejo ninguna huella positiva salvo escándalos, detrimentos patrimoniales y su destitución.
Sin embargo, en esta nueva etapa de su vida política, alcanzó un logro sorprendente, ser el primer presidente de izquierda en Colombia. Aunque anunció cambios productivos, económicos y sociales, la verdad es que poco se espera. En lo económico, suspender la exploración de minerales fósiles es relativo, pues para ello tendrá que implementar una actividad que lo reemplace y supere; él habla de agricultura, lo cual tomaría por lo menos una década para adecuar tierras, resolver su distribución, seleccionar productos, realizar cultivos, abrir mercados y consolidarlos. Impulsar la agricultura es una excelente iniciativa, pero eso no se consigue en solo cuatro años.
Los gremios se han pronunciado mostrando cierta voluntad de trabajar con el nuevo gobierno, donde Petro en su discurso de triunfo llamó a la unión asegurando que no habrá persecuciones ni hostigamiento de ninguna naturaleza. Manifestó que hará crecer el capitalismo, pues recordemos que durante su campaña, se reunió con grandes empresarios buscando su amistad y respaldo.
Ahora bien, políticamente el trabajo que tiene por delante es lograr gobernabilidad, aunque con una bancada fuerte, no es mayoría, lo cual lo obliga a buscar acuerdos con los partidos, para eso habló de unidad y acabar la polarización. Hay algunos como el partido Liberal, La U, Cambio Radical y otros minoritarios que serían proclives, más no seguros de hacer parte de una posible coalición de gobierno. Para otros, en cambio, como el Partido Conservador y el Centro Democrático, la mejor opción es declararse en oposición para fortalecer la democracia y así lograr el control del equilibrio de poder en el Congreso, recuperando credibilidad y apoyo ciudadano.
Desde luego que esto será materia de análisis inmediato de las colectividades y sus bancadas. Por lo pronto el candidato derrotado, Rodolfo Hernández, anunció su voluntad de apoyar para un buen gobierno en beneficio del país.
El hecho es que Petro, quien es producto de la política tradicional solo que identificado de izquierda, más bien un socialdemócrata, pero con modelo burgués. Su historia, su vida, su familia, sus propiedades y gustos, así como sus amistades tanto empresariales como políticas, son los mismos que han pasado por casi todos los partidos políticos y ahora son quienes le ayudaran a gobernar, salvo casos exóticos como su vicepresidenta, quién es la expresión popular del gobierno. De manera que vendrán algunos cambios y ojalá sean positivos, como una mayor inclusión social, la transición a la energía alternativa y, finalmente, Colombia es un país fuerte en sus instituciones y el nuevo presidente no será superior a la construcción de una democracia que ha costado 200 años de experiencia. Esperemos a ver cómo evoluciona esto, teniendo confianza en la institucionalidad.