Aníbal Charry González
Reiteradamente he sostenido en esta columna que no tenemos democracia sino elecciones contaminadas producto de un sistema político electoral pervertido, con miríada de partidos que actúan como vulgares empresas electoreras con ánimo de lucro individual y grupal, que no electorales para el buen funcionamiento de una auténtica democracia en beneficio del interés colectivo, que son, con muy contadas excepciones, verdaderas mafias para decirlo sin rodeos como desgraciadamente tenemos que constatarlo a diario, integradas por filibusteros que no tienen principios ni valores democráticos, ni de ninguna índole, sino fines de asalto al tesoro público bajo diferentes modalidades.
En suma, lo que tenemos es una falsa democracia como sustrato de la componenda y el concierto para defraudar el Estado y al mismo pueblo que se cacarea es soberano en una mal llamada democracia participativa, donde no tiene ningún poder de reforma para darse un destino diferente a la corrupción que dimana como plaga bíblica de las mal llamadas organizaciones políticas, que todo les importa menos cultivar el arte de buen gobierno en beneficio de la sociedad que los elige y reelige para los cargos de representación política producto de la manipulación y el clientelismo, y por supuesto de la corrupción que financia la elección espuria de gobernantes para que esta montonera de partidos sin brújula política se lucre ilícitamente con cargo a los fondos públicos.
Y es que recientemente el Consejo Nacional Electoral le reconoció personería a 3 partidos más para completar mal contados 30 y el rancho ardiendo porque vendrán más personerías en un malentendido y pernicioso concepto de democracia permitido lamentable por nuestra Constitución con el aval de la Corte Constitucional, que no es más que una piñata electorera para el otorgamiento de avales al mejor postor que tenga votos, no importa si sean limpios o de la cloaca corruptora, que es sin elipsis la verdadera joya de la corona del negocio para el enriquecimiento torticero en un país invadido por la corrupción, donde todo se ve como mercadería para el cumplimiento de sus torcidos fines.
Por eso comparto plenamente un artículo que circula por las redes de autoría de Melquisedec Torres, que tituló atinadamente “No es democracia es negocio”, donde registra los enormes costos de todo orden que tenemos que asumir los colombianos para tener esa montonera de empresas electorales espurias que degeneran y pervierten lo que debe ser una genuina democracia, haciendo posible este caos de corrupción que no tiene antecedentes en el mundo financiado con los dineros del Estado, convirtiendo en tiranos a los directores de esas infectadas colectividades sin control, para el manejo del lucrativo y nauseabundo negocio que hace posible que tengamos esas mafias falseando lo que debe ser una auténtica democracia. Y lo más grave para este descaecido país, es que no hay posibilidad alguna de reformar el vil negocio que está en manos de una falsa democracia representativa que controla a la democracia participativa, donde el pueblo es un eunuco para darse sus propias reformas. Por eso estamos condenados por la corrupción y la politiquería.
