Por: Carlos Tobar
Eran cerca de la 8 de la noche de un día cualquiera de la semana pasada. Estaba aparcado con mi vehículo en el barrio La Gaitana esperando a mí nieta que estaba de visita en casa de unos familiares, cuando de manera sorpresiva, a veinte metros de distancia frente a mis ojos, cuatro sujetos arrinconaron a un motociclista, tumbándolo de su vehículo, mientras dos de ellos procedieron a atracarlo cuchillo en mano. Cómo la víctima ofreció resistencia, de manera violenta lo tiraron al suelo donde lo esculcaron mientras lo agredían con sus armas.
La acción fue en cuestión de segundos. Escasamente alcancé a encender el vehículo, prender las luces y pitar, llamando la atención del vecindario. Algunos otros vehículos que pasaban hicieron lo mismo. No obstante la vía de doble calzada a esa hora estaba prácticamente desierta.
El factor sorpresa que utilizan los delincuentes para realizar sus acciones y la impotencia de saber que se enfrenta a una delincuencia armada, sin “dios ni ley”, no permitió una reacción contundente de quienes ocasionalmente presenciábamos el hecho frente a bandas organizadas que se han tomado la ciudad.
En esa semana en pleno centro de la ciudad presencié dos hechos de raponazo en la vía con la modalidad de moto con parrillero.
Qué tristeza produce ver como la tranquilidad ciudadana, un derecho fundamental, se ha perdido en Neiva. Una ciudad que hace unas décadas era apacible y segura.
Mientras esto sucede a diario, la respuesta de las autoridades es inocua. Fuera de las payasadas del alcalde y su fantoche secretario de gobierno (semanalmente se disfraza de oficial de policía) que amenazan con “redadas contundentes contra los bandidos”, pero no pasan de ser historietas de teatro para ejecutar frente al grupo de “periodistas” fletados por el gobierno.
La verdad es que la delincuencia opera a sus anchas. La capacidad de respuesta de la policía en ínfima. Tanto que sectores ciudadanos se han organizado para ejercer justicia por mano propia.
Ahora sabemos por información publicada en el Diario del Huila que, de las 75 cámaras de vigilancia que tiene la ciudad, ¡60 están fuera de servicio!
Un problema que es cada vez más acuciante para los ciudadanos no tiene una respuesta de política de seguridad de la administración municipal ni de la Policía Nacional en la ciudad.
Deprimente el panorama.