Diana Sofía Giraldo
Ante la avalancha de adhesiones de políticos clientelistas al ganador de las elecciones presidenciales, espectáculo que tiene con los ojos desbordados de asombro a los electores, ¿quién va a liderar una oposición al nuevo gobierno? ¿Quién va a representar a los más de 10 millones de colombianos que no votamos por Gustavo Petro por razones de fondo? Seguramente no será Rodolfo Hernández, cuya alta votación no le pertenece. Fue coyuntural. No se visibiliza hoy como un líder opositor que esté en capacidad de analizar y controvertir las reformas estructurales que se van a debatir en el Congreso.
Para los siempre subestimados votantes, resulta incomprensible que quiénes ganaron enarbolando las banderas de la lucha contra la corrupción y el cambio, se rodeen de la misma clase política cuestionada de manera implacable por ellos mismos. La realidad que presenciamos hoy contradice el discurso con que se hizo elegir Gustavo Petro.
Ahora predican las buenas maneras en la política, el tono subido de los tweets los escandaliza, hablan de diálogo, de acabar con la polarización, como si no tuvieran nada que ver con la guerra sucia que hicieron en la campaña. Ante este nuevo discurso, es imposible no dejarse seducir por la ilusión de un país unido y reconciliado, hasta que se lee la letra menuda y se descubre que el nuevo altruismo sólo busca «aclimatar» las barras, mientras con la misma bancada y métodos clientelistas de Juan Manuel Santos se revive la Unidad Nacional y se busca lograr aprobar las reformas estructurales: la tributaria, el plan de desarrollo, etc. Todo con la advertencia de: «si no las aprueban de aquí a diciembre, entonces para qué el Acuerdo», afirmó el nuevo Presidente.
Gustavo Petro fue muy claro, en la entrevista concedida a Daniel Coronell y a Federico Gómez, de la revista Cambio, sobre los alcances de lo que significa el Acuerdo al que está convocando: cuando le preguntan por qué, en nombre del «cambio», escogió a Roy Barreras como próximo Presidente del Congreso, lo redujo a un asunto pragmático:
«El cambio está en las reformas, ¿las mayorías parlamentarias qué son? No hay otro objetivo que no sea el que aprueben unas reformas. Si las reformas no se aprueban no vale la pena tener mayorías». Y agregó: «Nosotros podemos izquierdizarnos y quien pone la banda presidencial a Petro es la hija del comandante Pizarro. Simbólicamente tiene su importancia, pero (prevalece) la eficacia. De nosotros no se demandan sólo símbolos, sino que cambiemos el país». Entonces, ¿el fin justifica los medios?
Definitivamente hay mucho desprecio a los electores, juegan hábilmente con nuestras emociones y menosprecian nuestros valores. En nombre de ellos nos llevan a las urnas y cuando llegan al poder quieren gobernar con los mismos métodos que tanto condenaron. Y los que perdieron, antes de que nos demos cuenta, ya son también parte del equipo ganador, traicionando a sus electores.
Reitero la pregunta: ¿Quién va a liderar la oposición al nuevo gobierno? Hay más de 10 millones de colombianos a la espera de nuevos liderazgos que, en esta nueva democracia digital, pueden surgir de las mismas bases ciudadanas.