Por: Carlos Eduardo Trujillo González
Qué momento tan difícil, que hoguera tan grande tiene envuelto a nuestro país, cada vez crean razones los incendiarios para posponer en el tiempo la búsqueda de soluciones, muchas de ellas no de corto plazo; mientras tanto, pasa la línea roja que cobra vidas, ahoga y mata la economía, el emprendimiento, la inversión e incluso la esperanza para encontrar el punto y momento que permita ver en el horizonte cercano una luz que genere las posibilidades de acuerdo entre las partes.
Entre tanto sigue en las carreteras, desolación, obstrucción, inseguridad, abuso, perdida de elementos y artículos muchos perecederos que hubieran calmado el hambre de los que hoy esperan solución a las grandes necesidades y angustias de miles de familias que se encuentran en medio de quienes protestan de un lado y otro.
Crece el odio, el descontento, la desinformación, cada uno quiere ser noticiero, periodista o corresponsal de guerra en cada ciudad, en cada municipio, vereda o lugar donde se origine una situación o incluso se crea una inexistente a fin de generar pánico, zozobra, desconcierto e incertidumbre en un país donde la amargura crece por que ya hasta escasea la panela y el azúcar en las tiendas y supermercados.
Son innumerables los delitos que hoy se comenten en el marco de las protestas, hay quienes no salen a las calles a ejercer ese constitucional derecho e incluso no obstaculizan ni taponan vías, no destruyen bienes públicos ni privados, pero los que sin empuñar una bandera o cantar una arenga están detrás de las redes sociales, incendiando el corazón, la mente y la vida de los colombianos, son los mismos que de un lado u otro generan información falsa, crean, afirman lo que no existe e incluso editan y descontextualizan hechos ocurridos en las calles, vías y plazas de país, colocándolos a su modo de ver, pensar e incluso de lado sus propios intereses.
Aquí están los resultados de un volcán de problemas sociales de muchos años, que no podremos solucionar en corto tiempo, como muchos pretenden o creen; ese odio creado, esa estigmatización fortalecida por el hambre y la falta de oportunidades, esa pérdida de valores y carencia de amor, de respeto que crece cada día, sin duda en esos individuos que tal vez nacieron pero que muy seguramente nunca los estaban esperando, muchos de los que en sus casa no supieron donde andaban, con quien estaban o que estaban haciendo. Sin duda son esos que hoy no permiten que aquellos que han alzado su voz, sus manos, su arenga, tal vez expresando su insatisfacción de algún modo, de manera sana, democrática y constitucional, esos que de verdad quieren que este país mejore, sin llegar a destruir nada, sin hacerle mal a nadie, sin taponar las vías, con ganas de hacer historia sin pretender borrar la existente, ni desconocer el pasado, no pretendiendo confundir la violencia con la fuerza y mucho menos pretendiendo acabar con la institucionalidad de la nación.
Ya es hora que, con la racionalidad, con dialogo, la ley y la autoridad sea retomada, que se busque el camino, es momento de desarmar corazones, dejando a un lado la intriga, la intransigencia, el odio, la soberbia, el orgullo, permitiendo encontrar la libertad, el orden, la paz, la confianza y esperanza perdida en una patria, hoy está herida de muerte, pero que aún respira.