Por: Luis Alfonso Albarracín Palomino
Una de las cualidades que debe tener todo gobernante de un territorio, es la mesura y la prudencia al expresar cualquier tema gubernamental en los diferentes eventos oficiales donde participe. Cuando ésto sucede, se empieza a ganar el respeto de la opinión pública, por la altura intelectual y la claridad de sus ideas coherentes y ajustados a la realidad nacional. Inclusive debe tenerse en cuenta los efectos que pueden repercutir en el ámbito internacional. Tal es la situación que está soportando el presidente Gustavo Petro Urrego, por las sucesivas declaraciones que emite a través de trinos o en actos públicos, que le están ocasionando un rechazo nacional en la mayoría de la población e inclusive entre su propio electorado que ha empezado a generar serias controversias por sus afirmaciones, que van en contravía de la lógica de su trasegar presidencial.
El primer mandatario de los colombianos merece todo el respaldo de la sociedad colombiana. Inclusive en los tiempos de crisis. Es bien intencionado. Pero hay que corregir de tajo, el ánimo ideológico, que lo ha caracterizado durante las dos últimas décadas que luchó para llegar a este cargo. Debe recordar que fue elegido por una amplia mayoría de votantes y ahora debe comportarse como presidente de todos los colombianos y no solamente gobernar para los sectores que lo eligieron. No debe auspiciar la polarización que ha caracterizado a este país, durante los últimos periodos presidenciales. Esta detestable división no se debe auspiciar. Por tal motivo, su equipo de trabajo debe atender los mismos lineamientos que debe utilizar el presidente cuando expresan sus políticas públicas, sin que afecten a los demás sectores que no son afectos ideológicamente. Esta improvisación debe terminarse durante el presente cuatrienio.
Por tal motivo, no es conveniente que se generen más fisuras entre los diferentes actores que conforman la institucionalidad colombiana. La que ha surgido entre el presidente Gustavo Petro y el fiscal general, Francisco Barbosa, y que se ha extendido a la Rama Judicial a raíz de recientes declaraciones del mandatario, no puede volver s a presentarse. Lo anterior solamente le conviene a los grupos insurgentes quienes permanecen al margen de la ley y que saben todo lo que puede beneficiarlos, el que no exista una relación de respeto y trabajo armónico entre presidente y fiscal. Con estas palabras el presidente le ha enviado un mensaje equivocado al país. El presidente Petro, debe tener más mesura al emitir comentarios en los medios de comunicación, sin que correspondan a la coherencia del manejo del Estado y que días después deba hacer aclaraciones buscando corregir sus mensajes errados.
Así, la sociedad colombiana, empieza a conocer que, en algunas ocasiones, posee serios problemas de interpretación constitucional. Lo que dijo es falso. Por más que cite el artículo 115 de la Constitución, la estructura institucional colombiana es clara en que la Fiscalía es independiente y el presidente no es su superior jerárquico. Al reconocer su error, muestra un forzado talante averso a la crítica y es apenas natural que desde ya se prendan las alarmas frente a la selección de la terna de quien, en unos cuantos meses, habrá de suceder a Barbosa. ¿Esperará el presidente Petro lealtad de sus nominados? ¿Buscará, en efecto, ejercer esa función inexistente de jefe de la Fiscalía? Una cosa es hacer una pregunta sobre una investigación ante denuncias periodísticas, derecho presidencial y de todos los colombianos; otra, salir a decir falsedades sobre los poderes del Ejecutivo.