Con el debido respeto con mis lectores, he sido reiterativo siempre que cualquier modificación de la estructura tributaria en el país, genera un proceso de pauperización de los sectores poblaciones del país, así los integrantes del equipo económico del actual gobierno digan lo contrario y justifiquen dicha iniciativa para sanear las finanzas públicas. Todos los gobiernos han utilizado estas medidas alcabaleras como única solución para seguir satisfaciendo los intereses de los gobernantes de turno, sin interesarles la suerte que corren las familias colombianas. He sido crítico siempre. En mis escritos he planteado que se deben buscar nuevas alternativas, para tener recursos frescos que conduzcan a financiar todos los programas sociales que impulsará el primer mandatario de los colombianos durante el presente cuatrienio. Hay nuevas opciones. La sola presentación de este proyecto de Ley al legislativo, le ha empezado a generar cuestionamientos desde todos los sectores de la opinión pública y de los gremios de la producción.
Una vez posesionado el nuevo presidente de los colombianos Gustavo Francisco Petro Urrego, su primera decisión a través de su ministro de Hacienda José Antonio Ocampo fue presentar la Reforma Tributaria para la Igualdad y la Justicia Social, el pasado lunes al Congreso de la República, con el fin de recaudar 50 billones de pesos durante el próximo cuatrienio. Es el peor error histórico. Seguir emulando a los anteriores gobernantes que tanto criticó durante su campaña presidencial, va a continuar con el proceso de pauperización de los sectores más vulnerables del país y a generar falsas expectativas a la reactivación económica que ha venido creciendo sostenidamente. Busca equilibrar las finanzas del país que se encuentran con un abultado déficit. Con ello, se logrará construir una economía productiva y una economía para la vida, según expresiones del primer mandatario de los colombianos.
Pero no la tiene fácil. Los gremios de la producción y todos los colombianos están cada vez más preocupados por la decisión del gobierno nacional de modificar la estructura tributaria del país. Lo insólito, es la presentación al Congreso de República, cuando apenas está iniciando el periodo presidencial del candidato de la izquierda, de esta nefasta reforma tributaria, que va a afectar la demanda interna de bienes y servicios de toda la sociedad colombiana. A pesar de la retórica barata de los altos funcionarios del equipo económico del gobierno nacional, en todos los escenarios y en las entrevistas que les hacen los medios de comunicación, sobre las bondades de esta iniciativa gubernamental, no han logrado convencer, por lo regresivo que resulta gravar algunos sectores de la producción.
Esta medida alcabalera que hace trámite en el Congreso aún tiene muchos cabos sueltos y hay gran expectativa por lo que pueda convertirse una vez los representantes y senadores empiecen a reunirse con los gremios y se activen toda clase de foros, desayunos, conferencias, almuerzos y reuniones en torno a su articulado, que es bastante corto, solo 69 artículos que impactan directamente a pocos contribuyentes, pero se expanden indirectamente al grueso de los actores económicos. Inclusive termina afectando a la totalidad de la población colombiana, vía precios, y, por ende, podríamos tener mayores niveles de inflación el próximo año, en caso de ser aprobada.
Más que una reforma dura, bien se puede tachar como realista en términos tributarios, que tiene cero zanahorias y una buena dosis de garrote para muchos sectores que habían elaborado sus modelos económicos basados en el complejo mundo tributarista, expresado en elusiones, evasiones, exenciones, deducciones y demás palabras de moda por estos días de impuestos. La opinión pública se pregunta adónde van a terminar estos recursos, si el Estado sigue creciendo en burocracia, como lo han planteado al crear dos nuevos ministerios y otras dependencias. Absurdo. Los últimos tres presidentes, han planteado estos mismos sofismas de distracción. En lugar de recortar gastos, se han inventado más ministerios simplones, tan inoficiosos a los que es difícil encontrarles jefes de cartera idóneos para desempeñar objetivos que ejecutaban oficinas como Coldeportes, Colciencias o el Departamento de Prosperidad Social. Y risible de lo que han hablado mucho, por parte de los autores de la reforma tributaria de reindustrialización, ¿cómo piensan llevarla a cabo golpeando a quienes saben hacer industrias? Qué gran contradicción.