Por: Aníbal Charry González
La senadora del Centro Democrático, Paloma Valencia, en una columna publicada ayer en el
Diario el Huila, cínicamente alarmada por lo que declaró el convicto ex senador Ñoño Elías contra
la campaña del expresidente Juan Manuel Santos para tratar de obtener más rebajas a su
irrisoria condena, expresaba que sus declaraciones eran escandalosas, porque develaban como
se tejía la corrupción de los funcionarios públicos que negociaban los contratos con las empresas
privadas, cobrando coimas y enriqueciéndose en desmedro del país. Y claro que se alarmaba
con cinismo porque se trataba de una declaración sobre corrupción que involucraba al odiado
expresidente Santos que se atrevió a firmar los acuerdos de paz con las odiadas Farc, pero que
no había suscitado su inquietud antes frente a los demás casos de corrupción protagonizados
secularmente por la clase política protocorrupta que tenemos, que incluye por supuesto a su
grupo político.
Porque hay que decirlo sin elipsis, que la ñoñocorruptomanía es la práctica inveterada de la clase
política tradicional desde los albores de la República, que solo genera alarma por parte del
opositor político con fines de especulación politiquera viendo la paja en el ojo ajeno, pero sin
reparar la viga en el propio a la cual nos tienen acostumbrados sin que haya reacción alguna de
los electores que siguen eligiendo a los mismos corruptos de siempre, porque el sistema político
electoral diseñado por ellos que no hay forma de cambiar precisamente porque les cae como
anillo al dedo para continuar con la jarana de la corrupción, alarmándose cínicamente con la que
practican los opositores políticos cuando todos están untados hasta el cuello de la corruptelas
que denuncia el ñoño Elías.
Es que esas mismas prácticas de bandidaje político por las cuales se duele ahora la senadora de
marras para traficar después con la contratación pública, que tienen origen por supuesto en la
financiación de las campañas políticas, también fueron utilizadas para la campaña del candidato
presidencial de su partido Oscar Iván Zuluaga, y por las cuales que se sepa no había manifestado
su rebato antes, y menos con los más de 6 millones de dólares que recibió de Odebrecht el
viceministro de Obras Públicas en el gobierno de su jefe político, exactamente para negociar la
contratación pública que hasta ahora sobresalta a la senadora Valencia,sólo porque se involucra
a su contradictor político.
Y no se trata de exculpar a Santos, ni a ninguno de los expresidentes que se han visto
involucrados en estos actos de corrupción, que como he dicho han sido consuetudinarios en
este platanal de corrupción, como que un presidente fue elegido literalmente por las mafias del
narcotráfico, como ocurrió con el cínico Samper y no pasó nada, sino de destacar el cinismo de
la clase política para utilizar la corrupción impune que todos practican con fines politiqueros y
de asalto al tesoro público, que no es más que la ñoñocorruptomanía o la ñeñecorruptomanía
que salpica a Duque, que es lo mismo, y que corresponde a la corruptela de siempre de la clase
política que nos ha gobernado.