ERNESTO CARDOSO CAMACHO
Cada día que pasa es evidente la enorme confusión que se observa en el devenir de la Nación.
Por una parte, el gobierno persiste en tomar y comunicar decisiones trascendentes por twiter, mientras en el congreso avanzan a paso de tortuga los trámites legislativos sobre las reformas del gobierno a punta de mermelada.
La incertidumbre es la característica que domina el panorama nacional.
Los hechos transcurren como en una novela de García Marquez donde nunca se sabe si la fantasía supera a la realidad.
La economía sigue lastimada, aunque el dólar tiende a estabilizarse por los 4 mil pesos; la inflación ha cedido un poco pero aún persiste estimulada por los incrementos en el precio de la gasolina que impacta el transporte y la canasta familiar. La producción de alimentos mantiene su dinámica a pesar del crudo invierno registrado en buena parte del territorio, pero ahora viene la amenaza del cambio climático que se anuncia con prolongada temporada seca, es decir sin lluvias, lo que sin duda alguna afectará la oferta de alimentos y a la industria cafetera, la cual ya presenta claros síntomas de baja producción y de la cotización de precios en el mercado internacional.
Por otra parte, el gobierno insiste en su negativa política de transición energética que, siendo necesaria a mediano y largo plazo, en el corto significa una reducción significativa de la inversión nacional y extranjera que afecta el empleo; además de reducir significativamente los ingresos fiscales indispensables para la Nación y los territorios con los cuales se financia buena parte del gasto social en salud, educación e infraestructura.
En este contexto económico y social la dinámica política tiende a incrementar la polarización ideológica, especialmente por los anuncios del presidente relacionados con su convocatoria a que el pueblo salga a las calles a presionar a los congresistas para la aprobación de las reformas; al tiempo que insiste en descalificar a los partidos, a los empresarios y a sus opositores, como únicos responsables de las inequidades y de la exclusión social.
En consecuencia, la reacción política de sus contradictores apunta a convocar a las calles a los ciudadanos que no confían en el gobierno ni en sus políticas. De esta manera, la democracia se transforma en movilizaciones callejeras que se parecen al Estado de Opinión que se hace cada vez más visible en el contexto internacional.
Mientras todo esto ocurre, la delincuencia y la criminalidad se pasean por campos y ciudades, atentando contra la vida, honra y bienes de los ciudadanos, sin que de parte del Estado se haga visible y eficaz la protección que las fuerzas militares y de policía tienen el deber de garantizar.
En éste crucial aspecto la política de paz total acelera la criminalidad de los grupos al margen de la ley; la delincuencia callejera intimida y perturba la sana convivencia; la justicia no opera con la celeridad y oportunidad que señala expresamente la Constitución; factores que en su conjunto acrecientan el temor, la angustia y la incertidumbre.
Para completar el cuadro de confusión y caos, el escándalo sobre la presunta financiación ilegal de la campaña presidencial, del regreso de las chuzadas, del aparente suicidio del Coronel que manejaba la seguridad preventiva del presidente, constituyen elementos de una novela macondiana en donde no se puede distinguir la realidad de la fantasía.
Lo que parece claro por ahora es que existe un enfrentamiento muy fuerte entre la Fiscalía de Barbosa con el presidente, en un pulso político y judicial que cada día cobra más confusión e incertidumbre.
En estas circunstancias el colombiano de a pie sigue su drama de trabajar con prisa y sin pausa, defendiendo a su familia como el bien más preciado, a pesar de las difíciles condiciones económicas y de la confusión y el ruido que generan los medios de comunicación, las redes sociales y el propio gobierno.
