Diario del Huila

Nubarrones y tempestades

Oct 22, 2022

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Ernesto Cardoso Camacho

Siguiendo con objetiva atención la dinámica de los acontecimientos de la vida nacional en todas sus facetas, es inevitable llegar a la conclusión que los nubarrones y tempestades que nos acechan constituyen lo que han denominado “La tormenta perfecta”. Y no es solamente por el agresivo y pertinaz invierno sino también por las falencias que se perciben desde el gobierno. 

Tenemos un piloto de la nave que todavía pareciera en campaña política y que no aterriza en la realidad de haberse convertido en el gobernante de quienes lo eligieron, pero también de quienes no optaron por su propuesta programática.

De otra parte, se observa acompañado de una copiloto sin experiencia y de auxiliares de vuelo; los ministros y altos funcionarios; que están más empeñados en agradar al piloto repitiendo sin cesar las ofertas de campaña, que ejecutando los actos de gobierno dirigidos a mejorar la calidad de vida de los ciudadanos.

Así mismo, tenemos un congreso cuyas grandes mayorías se han dispuesto a acompañar el plan de vuelo a cambio de mantener las prebendas y privilegios que siempre han disfrutado; aunque empiezan a percibir que sus electores no están conformes con sus decisiones de acompañar los proyectos de ley y de actos legislativos que les ha impuesto el gobernante, pues están pensando en la próxima elección del 23 donde se juegan la estructura clientelista de su reelección.

Y muchos nos preguntamos. En este panorámico escenario ¿dónde está la justicia? Sique anquilosada, negligente, morosa y ausente de las angustias y necesidades de quienes acuden a obtener su auxilio cada vez más lejano y en algunos casos puntuales, corroída por la corrupción especialmente en las llamadas Altas Cortes como lo han demostrado los episodios vergonzosos del “Cartel de la Toga”.

Y de los organismos de Control ni que decir. Procuraduría y Contraloría que deben velar por la correcta y oportuna ejecución de los recursos públicos, invadidos de la politiquería clientelista que siempre los ha caracterizado, donde las investigaciones se engavetan o se aceleran de acuerdo a los intereses políticos que representan quienes son investigados. Mientras tanto, la corruptela crece desmesuradamente.

El panorama se complementa con el papel que juegan en nuestra frágil democracia los medios de comunicación, cada vez más convertidos en cajas de resonancia de los intereses del gobierno o de sus opositores; en donde su responsabilidad social de informar de manera objetiva, veraz y oportuna, brilla por su ausencia. Este evidente y cada vez mayor abandono de su trascendente misión social, viene siendo absorbido por las redes sociales que destilan las más bajas pasiones políticas e ideológicas y en donde el ciudadano pierde su esencia de participación y contribución a las soluciones que se esperan de los gobernantes.

El contexto que hoy se observa en todos los sistemas democráticos del mundo es muy parecido al nuestro. Cansancio, fatiga y rechazo a los partidos políticos y a sus dirigentes. Una desazón e incertidumbre que agobia y genera pesimismo. Una economía entrando a una profunda recesión que destruye los sueños de progreso y bienestar, en fin, pareciera que estamos en los albores de un nuevo orden económico y social donde la humanidad podría recuperar su sensatez y equilibrio, que hagan posible la fraternidad, la igualdad y la verdadera libertad proclamadas hace más de 3 siglos.

Regresando a nuestra cruda realidad doméstica, es inevitable percibir que si el piloto de la nave, su copiloto y los auxiliares de vuelo no morigeran su apasionada beligerancia ideológica y política; los mayoritarios apoyos del congreso seguramente se esfumarán, colocando al país en una situación de peligrosa inestabilidad del sistema democrático e institucional, la cual no se podría superar con una Constituyente dado que requeriría un gran acuerdo político con apoyo real en el Congreso.

Probablemente nos veríamos abocados, en muy corto tiempo, a padecer una emergencia económica y social diseñada para enfrentar la crisis, pero seguramente de impredecibles consecuencias. Así, no podríamos llegar a proclamar el viejo refrán popular, según el cual, “después de la tempestad llega la calma”.     

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